Hola estimados comunitarios, me veo en la obligación moral de contar lo sucedido en la ruta de ciclismo de montaña hacia el Relojero, anunciada en el foro de la web comunitaria por el comunitario Paquito206. Hubiera sido una ruta «normal», de las habituales y que por ser relativamente repetitivas no suelen tener crónica, pero se produjo un extraño suceso que ha de ser relatado para los anales de la Comunidad.

Partimos a hacer esta ruta, de ritmo rápido, los comunitarios Alonsojpd, Paquito206, Paco, Gonzalo, Luis y Juan Francisco. Incluso en los primeros 10 kilómetros fui de cabeza de pelotón, algo poco habitual. Se me pasaron rápidos, charlando con los comunitarios, por la Vía Verde hacia el Campus de Espinardo.

Una picadura de pollo o pájara encubierta en ruta de ciclismo de montaña por el Relojero

Bajamos para callejear por la huerta de Murcia y llegar a la orilla del río Segura. Íbamos poniéndonos al día con los comunitarios que hacía tiempo que no veíamos.

La noche anterior cené calamar a la plancha únicamente. En la mañana de la ruta desayuné bebida de cacao con avena y un poco de bizcocho. Cena y desayuno escasos para hacer una ruta de 55 kilómetros, aunque por otro lado inicialmente sería subir al Relojero y volver, cosa que supuestamente controlo y sabía que no serían más de 3 horas y algo, a lo sumo.

Me encontraba bien, platicando con el comunitario Luis sobre autocaravanas, furgonetas camperizadas, camping y otras muchas cosas. Bajamos el ritmo mientras hablábamos. Llegamos a la senda del búho y de ahí nos adentramos en el Relojero.

Emprendí la subida a ritmo tranquilo, detrás del comunitario Luis, seguíamos charlando. El resto nos iban esperando. Decidimos subir por el Sequén. Y el ritmo hasta la zona de los plátanos fue suave y ameno.

Todo empezó a complicarse a partir de los plátanos hasta las antenas, donde empecé a notar que iba algo falto de fuerzas. Aún así llegué a coronar el Relojero con cierta dignidad, el último, por supuesto, pero los demás, salvo Juan Francisco y Gonzalo, no tuvieron que esperarme mucho.

Nos echamos unas cuantas fotos, lo habitual. Pensaba que desde aquí bajaríamos por el mismo sitio y regresaríamos a casa. De ser así hubiera aguantado el tirón. Pero alguien dijo «y si vamos hacia no sé dónde…». Esa fue mi perdición.

Descendimos hacia Senda Quebrada. Llegamos al cruce de sendas habiendo hecho un descenso técnico por esta estupenda zona. Una senda que me encanta y por la que disfruto con la bicicleta de montaña. Ese inicio en que bajas por piedras y luego haces dos curvas muy cerradas, algún escalón y algún tronco de árbol caído que hay que pasar por debajo.

En el cruce teníamos la opción de ir hacia Senda Quebrada o hacia la derecha. Optamos por la derecha porque no sabíamos cómo estaría la Quebrada después de las lluvias.

Este cambio en la ruta nos hizo subir más de lo previsto. Volví a apretar los dientes y a aguantar el ritmo de los demás. Subimos, pasamos por la zona pedregosa, bajamos y volvimos al camino. Otra vez alguien dijo «y si vamos hacia la rambla del Puerto de la Cadena…». Pues sin conocerla ninguno nos lanzamos dirección el Puerto de la Cadena. Camino que es casi todo bajada.

Nos encontramos con Verónica y algún compañero más. Paramos a saludar y a echarnos la foto de rigor, inmortalizando el momento, al menos mientras las «nubes» de Facebook y demás sigan activas.

Descendimos por unas sendas espectaculares, con zonas técnicas donde pusimos a prueba nuestra pericia en descenso y las técnicas aprendidas. En algún punto nos «vimos precisados», pero pudimos superarlo sin llegar a caernos.

Casualmente estaban señalizando una marcha BTT que tendría lugar al día siguiente, así que aprovechamos para seguir parte del recorrido. Curiosamente nos llevó a la rambla del Puerto de la Cadena, lo que íbamos buscando.

Descendimos por unos toboganes de subida y bajada divertidísimos. Esta rambla estaba perfectamente ciclable, con un sendero limpio, y con unas vistas impresionantes. Es cierto que cuando vas a ritmo rápido siguiendo a tus compañeros por una senda nueva y algo técnica apenas puedes mirar a los lados, pero lo poco que vi me encantó.

En esta zona unos compañeros ciclistas que estaban señalizando nos saludaron, a mí concretamente con un «hola presidente…». Algo que siempre agradeceré profundamente. Apenas pude decirle un «hola … vamos…».

Llegamos al camino nuevamente y seguimos bajando hacia el puente que cruza la autovía. Allí volvimos a tomar otra decisión crucial. Teníamos la opción de ir hacia el ONO (una subida larga) o bien hacia una senda paralela a la autovía que solo había hecho yo y ya hacía un par de años.

Tomamos la segunda posibilidad. Me puse de guía y fui buscando la parte derecha de la autovía en el Puerto de la Cadena. Algunas cosas me iban sonando de la única que vez que pasé por allí. Senda que nos enseñó por primera vez el comunitario Juan Antonio.

Llegamos a una casa derruida y abandonada y parecía que el camino no era ciclable. Dudé un poco, no sabía si íbamos por el buen camino o si las fuertes lluvias del DANA habían cambiado el entorno.

«Momento Comunidad», como decía el comunitario Juan Francisco. Empujando las bicis entre la maleza y buscando un mínimo rastro de camino o senda. Por fin lo encontramos y subía y subía y subía. Una senda rota por el agua y bastante inclinada. Ahí fue donde empecé a notar hambre y algo de flojedad. Fui a molinillo, el último, hasta llegar a la zona llana.

Me noté la picadura del pollo, esa pájara tan temida y se confirmó en la rampa de subida con pendiente de más del 30%. Algunos comunitarios intentaron subir pero les derrapaba la rueda trasera. Eso me vino genial porque así no tendría que intentar subirla. Pero de repente el comunitario Gonzalo dijo «voy a intentarlo otra vez». Y como ya había sucedido a lo largo de la ruta, cuando él lo intentaba, yo lo hacía detrás. No me quedó más remedio…

Conseguí subir tras él, pero agotadísimo y sudando a mares. Paramos arriba y el comunitario Paquito206 dijo «grábame que voy a intentarlo». Me bajé de la bici, desenrosqué la tuerca que sujeta la cámara y me mareé. Casi no me podía tener en pie. Traté de disimular para encubrir la pedazo de picadura de pollo, un pajarón monumental. Tenía hambre y estaba mareado. Pero mis deberes y obligaciones son mayores y había que grabar el ascenso del comunitario Paquito206. Conseguí sacar la cámara del soporte del pecho justo a tiempo. El mareo seguía afectándome, quería sentarme pero no podía. Grabé como puede al comunitario flipro, que subió del tirón.

Seguía sudando a mares, seguramente estaría blanco como la carta, pero la braga, las gafas y el casco disimularían mi lamentable aspecto. Creo que ningún comunitario se percató de mi estado lamentable. Sabía que a continuación venía una bajada larga. Esperaba recuperar el resuello y así poder acabar la ruta con cierta dignidad.

Fuimos bajando y llaneando hasta llegar al Valle Perdido. Allí, precisamente, llegó también mi perdición. Algún comunitario dijo «vamos a subir ese jamón…» y allá que fuimos. El primero lo subí pero notando en mis piernas el pajarón anterior. Menos mal que paramos a echarnos una foto.

Bajamos y alguien volvió a decir «vamos a subir ese otro jamón…». Bufff eso ya sería me derrumbe total, pensé. Subieron los comunitarios, jóvenes, fuertes y esbeltos. Quedé atrás, como es lógico, y empecé a subir. Me notaba exhausto, agotado, con la respiración entrecortada, con mareo. Apreté los dientes y subí el repechón. No quise parar arriba, si paraba caería al suelo redondo. Así que fui dando vueltas alrededor de los comunitarios. Mi objetivo era encubrir el pajarón.

Dicen que la veteranía es un grado, tal vez sea cierto. Llevo decenas de miles de kilómetros en mis piernas. He vivido decenas de picaduras de pollo. En este caso sabía que era por varios motivos:

  • Cena y desayuno pobres para una ruta de 60 kilómetros de ciclismo de montaña con 1.000 metros de desnivel. Muchas horas y mucho esfuerzo, pocos hidratos y los depósitos de energía vacíos. Y eso que tengo buenas reservas en forma de lorzas, pero esas reservas son de liberación lenta.
  • El ritmo que cogimos tras acabar la charla con Luis no era al que estoy acostumbrado. Es lo que tiene salir con comunitarios flipros.
  • Psicológicamente di por acabada la ruta en las antenas del Relojero. El resto de jamones que vinieron después eran sorpresa tras sorpresa, acumulándose en mis piernas y en mi cabeza.
  • Y el mayor de mis errores, una vez más, que ya cometiera en mi picadura de pollo en la ruta de ciclismo de carretera a La Marina en Sierra Espuña fue el no comer nada durante la ruta. Estuvimos casi 6 horas pedaleando y solo bebí un par de tragos de agua. ERROR garrafal y reiterado. Parece que no aprendo.

Descendimos hacia el Valle Perdido. Ahora parece que sí que se acabaron los jamones, los repechos y los mareos ¡menos mal!. Como suelo ir el último los comunitarios no se percataron de que el tío del mazo me había golpeado fuerte. Otras veces me retraso por grabar algo, por arreglar la cámara o motivos similares. Tal vez eso hizo que no se extrañaran al verme encolado.

Descendimos por carretera para ir volviendo a casa. La odisea no había terminado. Sabía que tendría unos cuantos kilómetros fáciles, era cuestión de ir a rueda más o menos, algo que no me gusta y que no logro hacer. Pero era llano y podía aguantar el ritmo.

El problema llegó en la subida hacia el Campus de Espinardo, ahí me sobrevoló nuevamente el pollo. Solo conseguí aguantar pensando que eran unos pocos metros y todo cuesta abajo, casi, hasta Molina de Segura.

Volví a salvar los muebles y a mantener mi dignidad casi intacta, al menos de cara al público. Aún así me iban esperando de vez en cuando. Llegamos a Molina y fuimos despidiendo comunitarios.

En nuestro taller de confianza, en Ciclopasión, paramos a cambiar las zapatas y los discos de freno del comunitario Paquito206, que al día siguiente tenía la Campibike. Mientras el comunitario Guillermo, nuestro mecánico de confianza, iba haciendo la reparación yo grababa y me seguía notando hambriento y algo mareado. Pero también muy contento de haber superado esta dura prueba sin apenas levantar sospechas.

Lo que viene siendo una pájara encubierta. Una picadura de pollo disimulada. El tío del mazo me visitó pero nadie lo vio venir, salvo yo. Seguramente es por las horas que llevo pedaleando. En muchas rutas he tenido pájaras y en casi todas me he ido recuperando durante el trascurso de la propia ruta.

A ver si aprendo y escribo esto para que quien me lea no comenta los mismos errores. En mi caso soy 100% animal, he tropezado en la misma piedra más de 4 veces: no comer durante las rutas.

De vuestro comunitario presidente Alonso.

  • Fotos de la picadura de pollo encubierta por el Relojero: