Estimados comunitarios, iniciamos un viaje largo en la Peperota Viajera, la autocaravana comunitaria. Disponemos de unas semanas de vacaciones en el trabajo, por lo que partimos sin haber previsto nada concreto, de viaje con todos los depósitos de la autocaravana llenos, provisiones incluidas. Inicialmente visitaríamos Candeleda, en Ávila, único lugar previsto porque por allí andaría también el comunitario Paquito206.

Preparativos de autocaravana para viaje largo

Como hemos ido contando en otros viajes, los preparativos para uno más largo, de unos 10 días, son los mismos que para uno corto pero llenando el depósito de agua, echando algo más de comida (aunque iremos comprando por el camino) y algo más de ropa de cambio. Por lo demás es lo mismo que para un viaje corto.

Día 1 – 24-08-2020 – Candeleda (Ávila)

Iniciamos el viaje saliendo desde Molina de Segura hacia Candeleda (Ávila). Por delante teníamos unas 5 horas de camino, por lo que iríamos sin prisas. La prioridad de este viaje es no tener agobios de horarios ni de otra índole. Por eso precisamente no teníamos nada planificado con antelación, salvo ir a Candeleda a visitar a Paquito206.

Fuimos parando por el camino cada hora y media más o menos. Almorzamos en la autocaravana y también comimos. El sol y el calor cobraban protagonismo conforme avanzaba el día. Y, como es lógico, en verano todo el mundo busca la sombra, sobre todo en las horas de máximas temperaturas. Veíamos algún área de descanso en la autovía y los sitios con sombra estaban abarrotados, así que seguíamos en busca del preciado tesoro del verano: la sombra.

Llegamos a Candeleda por la tarde, a eso de las cinco. Como siempre hacemos cuando no llevamos un aparcamiento previamente estudiado, antes de llegar al pueblo vamos viendo posibles sitios donde pasar la noche, donde pernoctar. La entrada a este pueblo viniendo de Murcia no tenía muchos sitios buenos para pasar la noche. Prácticamente todos los caminos tenían puerta y estaban vallados, eran fincas de ganado. El pueblo tenía algunas calles más o menos anchas, pero sin sombra. Lo cruzamos y salimos dirección al camping. Por allí vimos unos árboles grandes un un sitio cercano a unos almacenes y una casa. Volvimos por la redonda y paramos y aparcamos. Vimos que no molestábamos y que había sombra. El único inconveniente era que tenía la carretera cerca, pero pasaban pocos coches y de madrugada pasarían aún menos. Como primera opción nos valía. Nos bajamos y estuvimos un rato mirando la zona, por si salía algún vecino, pera preguntarle si ahí molestábamos. Pero no vimos a nadie durante un buen rato. Metimos la Peperota Viajera más al fondo del «aparcamiento» para que se viera menos.

Avisamos a los comunitarios Paquito206, Kronxito y MA. Estos últimos también vinieron a pasar la noche en Candeleda, durmiendo en la Peperota Viajera y luego partirían hacia Asturias. Nos recogieron con el coche, dado que estábamos a un par de kilómetros del pueblo y fuimos a dar un paseo.

A Paquito206 le hablaron de la zona de las pozas del río en Candeleda, famosa y usada por la gente para bañarse. Fuimos a hacer un poco de senderismo por allí. Nos encantó el lugar. Un río con unos bolos de piedra redonda grandes y miles de ellos, cubriendo el lecho. Anduvimos hasta el final del camino y el sendero.

Bajamos de nuevo hacia el pueblo y vimos un sitio estupendo para aparcar la autocaravana. Tenía una zona azul de pago. El parquímetro indicaba que se podían estacionar las autocaravanas. Con un precio de unos 8 euros el día. Nos lo pensamos, miramos el sitio y decidimos mover la autocaravana de donde la teníamos a ese sitio para pasar allí la noche.
Una vez aparcada la autocaravana cenamos en un chiringuito cercano, el último en esa zona. Llevamos siendo «veganos» (lo entrecomillo porque ni somos estrictos ni nos gusta que nos califiquen con un nombre) y en estos viajes nos adaptamos un poco y pasamos a ser «vegetarianos». Cenamos bien, una hamburguesa vegana y una ensalada.

Nos bajamos andando al pueblo para tomarnos un helado en la plaza. Había mucha gente, por lo que vimos era un pueblo bastante turístico. Está al pie de la sierra de Gredos y es muy visitado para hacer senderismo y ciclismo de carretera y de montaña. Volvimos a la autocaravana en plena oscuridad, no había farolas, lo cual se agradece para dormir más a gusto. Preparamos la cama de los visitantes. El comunitario Paquito206 dormía en un hostal del pueblo y el resto dormiríamos en la Peperota. Intentamos leer un rato pero los mosquitos pequeños se colaban por las rendijas, por lo que apagamos las luces y dormimos. A la mañana siguiente nos esperaría una ruta de ciclismo de montaña.

Día 2 – 25-08-2020 – Candeleda (Ávila)

Pasamos la noche muy bien, sin ruidos, únicamente con el sonido del discurrir del agua del río. Nos levantamos temprano para preparar todo y salir en ruta con Paquito206. Desayunamos, recogimos todo y sacamos las bicicletas del garaje. Llegó el comunitario Paquito206 y nosotros aún no estábamos preparados, le tocó esperar. Lo peor vino unos minutos después, cuando prácticamente estábamos a punto de salir. Un señor del Ayuntamiento nos dijo que no podíamos aparcar ahí. Nos quedamos a cuadros y cabreados. Estábamos a punto de salir con la bici y en el parquímetro indicaba un importe para autocaravanas. No había cartel alguno indicando que no se pudiera aparcar. El señor nos dijo que eran las normas de este año, por la pandemia. Le dijimos que no había carteles indicativos. Nos dijo que él era un mandado. Poco podíamos hacer. Justo en ese momento la comunitaria Patricia estaba sacando el tique en el parquímetro. No lo había sacado aún cuando le dije que cancelara la operación, que nos íbamos de allí. Estábamos cabreados porque, al menos, podían haber puerto algún cartel indicando que no se podía aparcar. De hecho, si el señor del Ayuntamiento llega 5 minutos más tarde ya no habríamos estado allí para retirar la autocaravana. Y no nos podrían haber dicho nada porque, como digo, no estaba indicado.

Volvimos a subir las bicis a la autocaravana y nos fuimos al lugar que vimos el día anterior. Salimos desde allí en bici, por fin, a hacer la ruta de ciclismo de montaña.

Ruta MTB BTT Candeleda Santuario de Chilla Casto Celta El Raso

Iniciamos la ruta con el cabreo del aparcamiento en Candeleda, que se nos pasó a los pocos kilómetros. El comunitario Paquito206 se descargó una ruta para seguirla. Al principio le constó un poco encontrar el sentido correcto, dado que tenía todo calculado para salir desde donde teníamos la autocaravana al levantarnos y no desde el segundo aparcamiento forzoso. Cogimos una carretera que nos sacaba de Candeleda, para ir hacia el Santuario de Chilla. Iniciamos una subida por carretera bastante larga, de unos 6 kilómetros. Es un puerto de montaña «famoso» porque estaba perfectamente indicado, cada kilómetro, con la pendiente media incluida. En toda la subida la pendiente fue del 6% más o menos. Muy llevadera salvo algunos pequeños tramos.

Fuimos subiendo hacia el santuario. Aunque era carretera la zona nos encantó. Un bosque con grandes árboles y mucha sombra. No quería ser el lastre de la mañana y, dado que ya habíamos retrasado la salida por el incidente, hice un esfuerzo por tratar de ir al ritmo del comunitario Paquito206 y la comunitaria Patricia Carmona. Ellos iban charlando plácidamente, yo iba apretando los dientes para no quedarme muy atrás.

Llegamos arriba, al santuario de Chilla y nos encontramos a unos ciclistas. Uno de ellos se nos quedó mirando y nos dijo que veía nuestros vídeos, que nos conocía. Fue una grata sorpresa. Era de Madrid. Charlamos un poco con él. Con el rollazo de la pandemia no sabemos cómo comportarnos a veces. En este caso nos hubiéramos echado una foto con él y con los de su grupo, incluso hubiéramos repartido pegatinas comunitarias. Pero, por desgracia, la pandemia nos hace dudar en estos casos, al final nos despedimos sin foto y sin pegatinas. Lo sentimos mucho.

Echamos un vistazo al santuario y continuamos con la ruta. Descendimos por una trialera, precisamente la que nos comentó nuestro amigo seguidor de Madrid. Era muy bonita, un poco técnica al principio por tener piedras, pero luego más sencilla. Solo tenía la dificultad de la inclinación, alguna curva y muchas raíces que la cruzaban. Llegamos otra vez a una carretera hormigonada y volvimos a subir un poco. Otra bajada por camino. Seguimos ascendiendo unos kilómetros más.
Llegamos a Casto Celta, un lugar muy bonito donde aún quedan restos de un poblado Celta. Se pueden ver algunos vestigios de lo que eran las casas y la muralla que protegía el pueblo. Incluso han reconstruido un par de casas completas como las de los Celtas.

Tras la visita al poblado Celta bajamos de nuevo, ahora en dirección a El Raso. Llegamos a este pueblo y llenamos los bidones de agua. Una de las cosas que más nos sorprendieron de la zona, además de los bonitos paisajes, fue la existencia de muchas fuentes de agua fresca y potable. La gente del pueblo nos dijo que el agua era natural y proveniente de la montaña.
La ruta que íbamos siguiendo nos sacó del pueblo por carretera. Por fin íbamos a coger algo de senda. Supuestamente girábamos a la izquierda por una carretera que subía a unas casas rurales y, de allí, a un sendero. Pero salió un señor diciéndonos que eso era propiedad privada. No vimos cartel alguno. Insistió en que por allí no había senda. Luego lo pillaríamos «en la mentira» cuando le enseñamos el mapa, tras el camino venía una senda que iba hacia Chilla. Pero no quisimos entrar en discusión y continuamos con la ruta, ahora improvisando.

En un principio pensamos en subir un poco más, así que nos metimos por una carretera, que el propio señor nos indicó que subía hacia donde queríamos ir. Pero resultó estar cortada por un lado y por el otro entrar en otra propiedad privada. Dimos media vuelta y regresamos a Candeleda para tomarnos un refrigerio y dar por concluida esta ruta.

Nos encantó el poblado Celta y el paisaje de la sierra de Gredos. Olvidaremos el que ese señor no nos dejara pasar. Decía que molestábamos a los residentes en las casas rurales.

Ruta de senderismo a las pinturas rupestres desde Casto Celta

Como no tuvimos suficiente con la ruta de ciclismo de montaña de la mañana. Tras ducharnos en la aucaravana, comer en el pueblo y dormir la sienta en la autocaravana. El comunitario Paquito206 nos recogió con el coche para ir al aparcamiento de Casto Celta y hacer una ruta de senderismo. Partimos con las mochilas llenas de agua, siguiendo las indicaciones hacia las pinturas rupestres. La subida se nos hizo larga al principio, hacía bochorno y un sol que nos castigaba sin descanso. En la primera parte de este sendero de subida no había sombra alguna.

Llegamos a la muralla o los restos de una pequeña fortificación celta y continuamos el sendero. Se bifurcaba en esa zona, cogimos el de la izquierda. Por fin entramos en una zona de pinos altos. La temperatura cambió radicalmente, solo con el paso del sol a la sombra ya se agradecía sobremanera. Al poco volvimos al sol para seguir subiendo entre unas hiervas que rezumaban algún tipo de aceite o algo, estaban mojadas y no era agua.

A lo lejos divisamos lo que parecía una especie de poblado. Supusimos que allí estarían las pinturas. Cuando llegamos vimos que estaba vallado. Leímos el cartel e indicaba que se trababa de una recreación de los cabreros de la zona. Las pinturas rupestres estaban un poco más a la derecha, por un camino ancho al que salía la senda. Llegamos a las pinturas, que apenas se distinguen.

Bajamos por el camino ancho, el que indicaba de ruta BTT. Era más largo pero así hacíamos una ruta circular. Y se nos hizo bastante largo. El agua empezaba a escasear y la noche se nos echaba encima. Llegamos al coche justo cuando el sol había desaparecido y sin una gota de agua.

Cenamos en el pueblo y regresamos a la autocaravana para darnos un baño y descansar. Pero la cosa se torció. Los grifos de agua no funcionaban. La bomba de agua no se oía. Revisamos los fusibles, todos, y estaban bien. Abrimos todos los grifos y succionamos del grifo del fregadero. Pero no había manera, la bomba seguía sin responder. Sacamos el libro de instrucciones y nada. Cuando empezaba a ser tarde optamos por dejarlo para el día siguiente, por lo que no nos quedó más remedio que acostarnos sin duchar. Son cosas que pasan y tenemos que adaptarnos a la situación. Leímos por ahí que con la vibración del viaje se iría el aire de la bomba y volvería a funcionar. También nos dijeron unos amigos que abriéramos todos los grifos (lavabo, ducha y fregadero) en el agua caliente y succionáramos en uno de ellos, para ayudar a que se fuera el aire. Tampoco funcionó. Nos acostamos cansados.

Día 3 – 26-08-2020 – Camino a Finisterre con parada en Pacios

Dormimos bien para estar en un lugar improvisado y cerca de la carretera. Apenas pasaron coches, casi ninguno, en toda la noche. Empezaron a pasar a partir de las 7 de la mañana. Se escuchó algún perro lejano y alguna vaca, pero muy puntual. Pudimos descansar bien. Nos levantamos temprano para continuar con el viaje. Nosotros seguiríamos hacia el norte, hacia Finisterre y Paquito206 se quedaría en Candeleda a hacer alguna ruta de ciclismo de montaña más.

No quisimos desayunar en la autocaravana, al menos de momento, volvimos a abrir los grifos y la bomba seguía sin responder. Partimos para ver si con el movimiento de la autocaravana se solucionaba el problema. A la altura de Valladolid paramos a desayunar y almorzar. Probamos los grifos y la cosa seguía igual. Empezamos a preocuparnos un poco, si la bomba no funcionaba el viaje se nos complicaba un poco. No sería imposible seguir sin la bomba, pero sí mucho más complicado. Tendríamos que ducharnos con cubos de agua y lavar los platos igual, un incordio importante. Llamamos al concesionario de Benimar donde compramos la autocaravana. Nos dijeron que si estábamos cerca la lleváramos, pero estábamos a 600 km. Nos dijeron que llamáramos al concesionario de Benimar en Valladolid. Llamamos y nos dijeron que estaban completos y no podían atender a nadie más. Contactamos con un par de amigos que tienen autocaravana, nos dieron algunas instrucciones para quitar la bomba y comprobar si se había quemado. Esta bomba de agua está bajo los asientos del salón, es sencillo acceder a ella y también es sencillo quitarla. Está sujeta por cuatro tornillos y tiene un par de mangueras de agua a cada lado que pueden desenroscarse. Uno de los amigos, Pepe, nos dijo que la quitáramos y comprobáramos si estaba quemada, conectándola directamente a la batería. Si estaba quemada no se movería, si se movía el problema sería otra cosa. Si estaba quemada podíamos ir a alguna ferretería donde comprar una similar.

Me animé a quitarla al ver que no era difícil. Desenrosqué la manguera de agua de la derecha y oí salir aire. Justo en ese momento oímos la bomba de agua encenderse. Incluso me asusté un poco porque echó algo de agua y aire. La paré del botón de apagado/encendido de la bomba de agua de la centralita. Le volví a dar al botón, ahora más tranquilos y, efectivamente, la bomba se oía funcionar. Le volví a poner la manguera y abrimos los grifos ¡funcionaba perfectamente!. Lo conseguimos resolver sin tener que quitar la bomba. Parece que había cogido aire y por alguna extraña razón no lo había soltado por los grifos.

Arreglado el problema con la bomba de agua continuamos el viaje más relajados. Hicimos unos cuantos cientos de kilómetros, parando a descansar de cuando en cuando hasta la hora de comer. Se nos hicieron las dos de la tarde y buscamos desesperadamente una sombra donde descansar y comer. Las sombras se venden caras en verano en España. Veíamos un área de descanso y las pocas sombras que había ya estaban ocupadas. Nos salimos por un par de pueblos y nada, volvíamos a la autovía. A las tres de la tarde, ya pensando en parar aunque fuese al sol, salimos por un pueblo y, de casualidad, encontramos una estupenda sombra de pinos detrás de un restaurante cerrado. Sombra amplia y fresca. Paramos a comer y dormir la siesta.

Continuamos haciendo kilómetros, con destino Finisterre. Me apetecía hacer los últimos kilómetros del Camino de Santiago. Lo hice hace muchos años en bici, pero hasta Santiago de Compostela, quería «terminar» aquel camino aunque fuera de manera simbólica.

Conforme nos acercábamos al norte el paisaje se tornaba más verde. Se empezaba a hacer de noche y vimos que no llegaríamos a Finisterre, por lo que salimos de la autovía en busca de algún pueblecito para pasar la noche. En Sobrado paramos en una gasolinera a llenar el depósito. Nos atendió un señor muy simpático. Nos contó que quería incluir servicio de vaciado de aguas grises y negras en su estación de servicio. Incluso comprobamos con la autocaravana el lugar idóneo para hacerlo. El sitio era perfecto, en cientos de kiómetros no habíamos visto sitios de vaciado de aguas grises y negras, por lo que seguro que tendría éxito. Nos dijo incluso que pondría un parking para autocaravanas. Y nos ofreció pasar la noche allí. Compramos unas cosas en su supermercado, era pequeñito pero tenía casi de todo. Partimos un poco más, queríamos quedarnos algo más cerca de Finisterre.

Llegamos a Pacios, por la nacional, buscando siempre un sitio donde pasar la noche, sin alejarnos de la carretera, dado que no conocíamos la zona y las carreteras secundarias se veían muy estrechas y angostas. En Pacios vimos a la derecha, en un claro, una furgoneta camperizada. Continuamos un poco y pensamos en quedarnos ahí. Dimos la vuelta y entramos, el lugar era perfecto. Quedaba junto al cementerio del pueblo y a unos 100 metros de la carretera. Pero se veía un buen sitio para pasar la noche. Aparcamos e hicimos la inspección habitual de la zona. Nos encantó y nos quedamos a unos 50 metros de nuestros vecinos campistas, un matrimonio mayor.

Preparamos la cena tranquilamente. Cenamos una ensalada de alubias con pimiento, cebolla y tomate. Nos acostamos a leer un rato y a dormir.

Día 4 – 27-08-2020 – Finisterre (Fisterra)

Otra buena noche, muy tranquila y de temperatura estupenda en Pacios. Nos levantamos temprano, sobre las siete y media. Desayunamos y continuamos con el viaje. Empezó a llover de forma suave, unos 100 km antes de llegar a Finisterre. También había un poco de bruma. Agradecimos la lluvia, así las claraboyas y los cristales de la autocaravana se limpiaban un poco, también la placa solar.

Llegamos a Finisterre a buena hora para buscar aparcamiento. En un principio íbamos al parking de autocaravanas que hay en el pueblo. Pero vimos una autocaravana aparada en un callejón y dimos la vuelta para ver el sitio. No lo encontramos y casi al final del pueblo (o el principio según se mire), a la derecha nos metimos por una calle. Se veía muy estrecha por lo que empezamos a preocuparnos. Sin saberlo podríamos meternos en un callejón estrecho y si venía otro coche de frente no cabríamos los dos. La calle se agrandó de repente y poco más adelante vimos una autocaravana y una furgoneta camperizada aparcados. Entramos en el parking, estaba junto a un restaurante y a unos 100 metros de la playa. El lugar, asfaltado, nos pareció un buen sitio para pasar la noche. Hicimos la inspección de la zona y alrededores. Parecía el parking del restaurante pero también parecía el parking para entrar a la playa. Dimos un paseo y decidimos dejar allí la Peperota Viajera. Estaba bastante oculta y no parecía que nadie pudiera molestarnos. Y, como siempre, el hecho de que hubiera más autocaravanas casi siempre es una garantía.

Nos preparamos para dar un largo paseo por el pueblo. Nos echamos la mochila con agua y una sudadera porque había bruma y lloviznaba un poco. Fumos por el paseo de la Playa Langosteira. Vimos un cartel indicando que el faro estaba a unos 5 km. No teníamos pensado ir en ese momento, porque se nos haría algo tarde para comer. Pero un paso llevó a otro y fuimos sumando metros y saliendo del pueblo. Seguimos las indicaciones del Camino de Santiago. Me trajeron un sentimiento de nostalgia al recordar aquella aventura donde íbamos buscando las conchas indicativas durante 9 días. En la carretera que va al faro cogimos el sendero que hay a la izquierda y que, según las indicaciones, llegaba al faro.
Había bruma en algunos puntos del camino pero eso hacía que las vistas fueran aún más bonitas, más propias del norte. Seguimos caminando, ya con la idea de llegar al faro. Parábamos a admirar el mar y los acantilados (aunque no lleguen a ser tales). Había indicaciones de prohibición de paso de bicicletas y autocaravanas. Lo cual es un poco absurdo porque si haces el Camino de Santiago en bici y llegas hasta allí lo normal es concluirlo en el faro. De hecho vimos alguna bici pasar. Y también muchas autocaravanas.

Al llegar al faro había un parking para autocaravanas y otro cartel, más grande, de prohibición de paso de autocaravanas. Cosas un tanto absurdas las que nos toca ver en estos tiempos.

Bajamos hasta las piedras más cercanas al mar. Había mucha gente, por lo que tuvimos que llevar la dichosa mascarilla casi en todo momento. Nos encantó, la niebla justa para darle un toque más natural y más real, incluso más romántico. Y se venía perfectamente el mar y las zonas de tierra del otro lado del tupé de España.

Tomamos el camino de regreso, que hicimos prácticamente corriendo para llegar a tiempo de comer en algún restaurante de Fisterre. Y llegamos a tiempo. Comimos y volvimos a la autocaravana, con 10 km de ruta senderista, bastante cansados. Nos duchamos y descansamos un poco. Sería un delito no ir a la playa estando a 100 metros. Estaba lloviendo un poco mientras descansábamos. Paró y salimos hacia la playa, a probar las aguas del mar Cantábrico. Estaban fresquitas, la comunitaria Patricia llegó hasta la cintura. En mi caso conseguí mojarme hasta las pantorrillas. Anduvimos por la orilla disfrutando de ese espectacular paisaje de mar y montaña del norte.

Volvimos a la casa, previo lavado de los pies en las duchas que había fuera. Aprovechamos el agua para lavar unas prendas de ropa sucia, usando jabón 100% natural.

En la hora de la cena nos fuimos al pueblo. Cenamos en una pizzería y regresamos para dormir. Cuando llegamos al parking había dos autocaravanas más. En total por lo menos unas cinco. Teníamos el depósito de las aguas negras casi a rebosar. A la mañana siguiente tendríamos que buscar un sitio oficial donde vaciarlo.

Día 5 – 28-08-2020 – Morcín (Asturias)

Nos levantamos en Finisterre. Pasamos una buena noche. Había un grupo de adolescentes cerca pero solo se les oía hablar, no tenían música estridente. Además, para las doce de la noche se fueron. El silencio era casi completo. Pensábamos que las gaviotas molestarían porque eran algo ruidosas por la tarde. Pero pasaron la noche calladas. Otra estupenda noche, con una temperatura estupenda para ser verano. Prácticamente tuvimos que cerrar todo y taparnos con la sábana.

Partimos sin desayunar en busca de algún lugar donde vaciar las aguas negras. Estuvimos viendo a dónde ir. En este viaje de total improvisación se nos ocurrió visitar el Angliru y tratar de hacer esta subida mítica de la Vuelta a España. Riosa, un pueblo de Asturias, quedaba perfecto para hacer la subida desde ahí. Pusimos ese pueblo como destino.

A los pocos kilómetros por la nacional saliendo de Finisterre vimos un cartel de vaciado de aguas negras y grises en una gasolinera. El lugar de vaciado tenía una cadena y un candado. Preguntamos a la persona de la gasolinera y nos dijo que podíamos vaciar si llenábamos el depósito, al menos 50 euros o de lo contrario costaría 20 euros el vaciado. Procedimos a vaciar las aguas grises, las negras y llenar el depósito de agua limpia. Echamos gasoil, solo nos dio para 30 euros. Echamos también adblue, que nos dio para 6 euros más y compramos algunas cosas en la gasolinera para completar los 50 euros.

Continuamos camino de Riosa, en Asturias. Paramos a comer unos 70 km antes porque empezábamos a estar un poco cansados. Queríamos llegar al pueblo y descansar. Nos adentramos en la zona de montaña de Asturias, nos dejó sin palabras. Montañas altas y muy muy verdes. Pasamos un primer pueblo por carretera más o menos buena y en Morcín, a unos 6 km de Riosa, vimos un sitio amplio donde aparcar y pasar la noche. En lugar de ir hacia Riosa preferimos quedarnos en Morcín. Así la subida al Angliru no sería directa. Desde Riosa prácticamente es subir desde el primer metro. Desde Morcín podríamos ir calentando un poco antes de la subida gorda.

Ruta de senderismo en Morcín y Otura

Tras la inspección del lugar y del pueblo pensamos en dar un paseo más largo. Pero no demasiado, por lo que no nos preparamos bien. Ni nos echamos agua ni llevábamos la ropa apropiada. Aún así, vimos una carretera que subía y fuimos andando hacia unas casas más altas. Luego vimos un sendero típico de estas montañas. Lo cogimos para echar un vistazo. Estaba húmedo, oscuro y muy inclinado. Seguimos andando un poco más. Un paso llevó a otro pasó. Con muchos pasos hicimos muchos metros y el oscuro bosque nos cautivó. Entramos en un estado de extasis sobrecogedor. No podíamos parar de subir, aún sabiendo que íbamos sin agua y sin la ropa adecuada. Continuamos subiendo ese sendero. Llegamos a unos claros donde había vacas pastando. Continuamos subiendo y subiendo. Cruzamos una carretera hormigonada. Y seguimos por el sendero hasta llegar a un punto donde parecía que no subía más. Volvimos a la carretera y bajamos por ella. Sabíamos que sería más largo el recorrido pero el sendero, pero preferimos evitarlo por la inclinación y la humedad. Fuimos bajando hacia Otura. Continuamos por la carretera hasta llegar de nuevo a Morcín. Nos encantó la ruta de senderismo improvisada. Hicimos unos 9 km y casi 600 metros de desnivel acumulado. Quedamos enamorados de este bosque tupido, oscuro y antiguo.
Acabamos bastante cansados pero encantados de haber encontrado ese maravilloso lugar. Nos duchamos, cenamos tranquilamente unos macarrones y a leer y dormir para al día siguiente intentar el ascenso del Angliru.

Día 6 – 29-08-2020 – Morcín (Asturias)

Durante la mitad de la madrugada empezó a llover. Una lluvia fina pero incesante. A la hora de levantarnos seguía lloviendo con más fuerza. Dejamos el ascenso al Angliru para más tarde, hasta ver que salía el sol. Dormimos más de lo habitual. Nos levantamos y desayunamos con el bonito sonido de la lluvia. Nos encanta la lluvia. Unas ricas tostadas con tomate y aguacate y con margarina vegetal y mermelada de melocotón. Bebida de avena y cereales.

Mientras llovía, bastante fuerte por momentos, leímos y reparamos algunas cosas, como el conector del inversor que usamos para cargar el portátil y la aspiradora. Se había quemado al estar unos minutos mal conectado.

Cuando paró un poco fuimos al pueblo, al supermecado, al Economato, en busca de frutas, verduras y pan. Una de las dependientas nos dijo que si éramos los que habíamos subido ayer al monte. Nos la cruzamos en la ruta de senderismo. Muy simpática. Nos comentó que vivía aquí y ese monte le encantaba. Subía casi todos los días. Le comentamos lo de subir al Angliru. Nos dijo que tal vez mañana por la tarde el tiempo mejoraría.

Volvimos a la autocaravana a preparar un rico hervido con las verduras compradas. Y a seguir esperando ver el sol para subir el Angliru. No nos vamos de Morcín hasta que subamos o intentemos subir al Angliru. Esto es muy bonito y no tenemos prisa.
Pasamos todo el día en la autocaravana, escuchando la lluvia. Descansamos y leímos muchísimo. Un día excelente de desconexión total. Mirando por las ventanas hacia el monte y viendo cómo la bruma se iba y volvía, al igual que la lluvia.
Salimos a comprar verduras y bizcocho para el desayuno. Cenamos un rico hervido de verduras: calabacín, cebolla, patata, zanahoria y judías. Leímos otro rato y nos acostamos.

Día 7 – 30-08-2020 – Morcín (Asturias)

Nos levantamos en Morcín, madrugando un poco y dispuestos para salir hoy hacia el Angliru. La noche transcurrió en silencio total, salvo por el sonido relajante de la lluvia, que no paró en toda la noche.

Llovía un poco al levantarnos, pero conforme fuimos preparando desayuno, comida para llevarnos y las equipaciones y demás se fue despejando un poco. Por lo que sacamos las bicis del garaje y, con unas finas gotas de lluvia, partimos hacia el intento de ascenso del Angliru. La temperatura allí arriba era bastante baja y no veníamos preparados. Pero había que intentarlo.

Ruta MTB Ascenso al Angliru desde Morcín

Hicimos los primeros kilómetros entre Morcín y La Vega a buen ritmo. Desde el principio la pendiente es ascendente aunque muy suave. Nos vinieron estupendamente estos 4km que separan ambos pueblos, para calentar. En La Vega vimos el cartel indicativo del inicio de los 12,5 km de la subida «oficial» al Angliru. Cada kilómetro hay un cartel indicativo de la pendiente media, la mínima y la máxima y los kilómetros restantes hasta la cima.

Los primeros kilómetros fueron bastante asequibles, con pendientes relativamente suaves. Entre el 7 y el 10%. Poco a poco nos íbamos adentrando en plena montaña. Todo muy verde y con vistas impresionantes hacia el Angliru. Por donde íbamos había sol y la temperatura era buena. No llovía e incluso íbamos sudando. Tratamos de ir a buen ritmo, dentro de nuestras posibilidades. Sin parar hasta arriba porque a lo lejos se veía una bruma y nubes. Preferíamos hacer la subida de un tirón y luego bajar tranquilamente.

Los carteles empezaban a indicar algunas pendientes del 20%, que no tardaron en llegar, sobre todo a partir del kilómetro 8 y 9 de ascensión. Hasta ahí íbamos bien de ritmo y de todo lo demás. Pero la cosa empezó a empinarse más en los últimos tres kilómetros. Vinieron algunos rampones importantes. Pero afortunadamente la bici de montaña cuenta con un buen desarrollo, que nos permite subir casi paredes. El desarrollo junto con nuestra experiencia de haber hecho subidas duras en los 20 años que llevamos pedaleando. En el caso de la comunitaria Patricia, que marcaba el ritmo, iba muy bien para ser una subida dura y llevar unos 5 años pedaleando.

La GoPro no quería funcionar. Por lo que sea no se cargó bien la noche anterior o la humedad y el frío hicieron que no arrancara. Así que aún me compliqué más la subida. En algunos tramos subía con una mano y con la otra grababa con el móvil, para no parar.

En los últimos dos kilómetros vino la cruda realidad junto con otra duro tramo. El piñón más grande, el que llevaba usando desde hacía varios kilómetros, empezó a darme problemas. La cadena saltaba y no había manera de manterme en ese piñón. Tuve que bajar al penúltimo y en la rampa del 21% me seguía saltando, por lo que tuve que bajar al antepenúltimo ¡horror!. Me tocó subir haciendo eses en las zonas de mayor pendiente. No quería poner pie a tierra ni parar a ver qué le pasaba al cambio. Seguimos subiendo y padeciendo mucho, incluso así me costaba subir. Al final acabé subiendo más rápido de lo que tenía previsto. Era o subir rápido o tener que pararme y andar en los tramos duros.
Pero lo peor aún estaba por venir. La lluvia y el frío. El cielo se tornó oscuro. Una fina lluvia empezó a caer. Las temperaturas, en el último kilómetro, bajaron considerablemente. Pero mientras subíamos el frío no nos afectaba, íbamos calientes.
Por fin el cartel del último medio kilómetro, donde acabó la pendiente ascendente y pasamos a hacer un llaneo que nos llevó a la meta de esta mítica subida. El frío aumentó más. Nos echamos las fotos de rigor y no nos demoramos mucho.
Estábamos sudando y la bajada se preveía complicada. Iniciamos el descenso, con lluvia, bruma y las manos, los pies y la cara al borde de la congelación. Como nos temíamos, la bajada con la carretera muy mojada, con mucha pendiente descendente y lloviendo nos dio bastante miedo. Intentamos ir despacio pero con la pendiente en algunos tramos era casi imposible no coger velocidad. Parábamos cada dos o tres curvas para intentar recuperar la sensibilidad perdida en los dedos de las manos, que a penas podíamos mover.

Continuamos bajando, muy asustados. Mis frenos empezaron a hacer un ruido muy fuerte, supongo que por el compuesto de las pastillas, el frío y el agua. Esto aumentó el miedo, si fallaban los frenos te ibas barranco abajo. Por si acaso me preparé mentalmente para frenar a la vieja usanza, poniendo la zapatilla por arriba de la rueda de atrás, detrás de la tija. Sin sensibilidad en los dedos de las manos y de los pies. Con la cara helada por la lluvia y el frío. Esquivando las grandes mierdas de vaca que había en la carretera. Si pisábamos una podríamos resbalar. Lo pasamos francamente mal en la bajada.
Llegamos a la zona de vacas donde ya no llovía y la temperatura era más agradable. Respiramos por fin. Nos dolía la mandíbula de mantenerla apretada entre los nervios, la tensión de la bajada y el frío. Pero muy contentos de haber bajado y pasado ese tramo horroroso.

Paramos en el área recreativa y nos comimos un plátano. Casi quería salir el sol. Comparando la temperatura de esa zona con la de arriba era como estar en una sauna. Se me ocurrió conectar la GoPro a mi batería auxiliar y funcionó, por lo que pude grabar el resto de la bajada hasta La Vega.

Bajamos riéndonos porque nos costó muchísimo más bajar que subir. Pasamos La Vega y continuamos hacia Morcín. No he comentado el dolor de rodillas que teníamos ambos en la bajada. Supongo que por la tensión y el frío, tras el gran esfuerzo de la subida. Apenas podíamos pedalear, afortunadamente todo era bajada desde La Vega hasta Morcín, salvo unos metros en que se subía, pero poca cosa.

Llegamos a la autocaravana con menos de cuatro horas de ruta. Hicimos unos 33 km y 1.400 metros de desnivel acumulado. Con 3 horas y 25 minutos en movimiento. El frío no se nos fue del cuerpo hasta mucho después de habernos duchado y comido.

La subida al Angliru, siempre desde la perspectiva de ir en bici de montaña y de ir al ritmo que nos apetezca, sin cronómetros, es asequible para aquellos que estén acostumbrados a hacer rampas muy inclinadas. Es una subida dura pero se puede hacer. Los tres últimos kilómetros son los peores, el resto es muy llevadero. Eso sí, otra cosa muy diferente es hacerla con bici de carretera, que suele tener menos desarrollo que la de montaña y apretándose, en este caso solo es recomendable para ciclistas MUY experimentados. Y la bajada, con bici de carretera, descartada totalmente con lluvia. Si con las de montaña nos costaba no resbalar, con las de carretera no tengo duda de que hoy al menos hubiera sido una auténtica temeridad.
Nos encantó el paisaje. Todo muy verde, con vacas y caballos. Unas vistas de las montañas de alrededor que nos quedarán grabadas en nuestra memoria para siempre. Y por si las olvidamos, siempre tendremos fotos y vídeos que fuimos haciendo, con una mano en el manillar y la otra con el móvil.

Echamos las bicicletas al garaje de la autocaravana. Nos duchamos. Seguíamos con frío. Comimos una rica y caliente sopa de verduras y dormimos un par de horas recuperadoras.

Por la tarde partimos hacia Lastres, nuestro siguiente punto de parada para ir hacia Bermeo. Íbamos un tanto preocupados yendo hacia el pueblo por la carretera. No habíamos mirado posibles sitios donde aparcar. Tampoco sabíamos cómo serían las calles; estrechas o anchas. Fuimos despacio, como hacemos siempre que no tenemos claro dónde aparcar. Miramos posibles opciones a unos 2 km de llegar a Lastres, pero no había sitio alguno. Justo a la llegada a Lastres, de forma casi mágica, vimos autocaravanas a la izquierda y un cartel que indicaba un aparcamiento gratuito. Dimos el intermitente y nos metimos. Un sitio amplio, con un poco de barro en algunas zonas porque había llovido mucho por la mañana, pero estupendo para aparcar y pasar la noche.

Aparcamos, inspeccionamos la zona, había unas 6 autocaravanas más y furgonetas camperizadas. Tenía un árból grande que daba sombra, pero poca. No necesitábamos sombra, incluso hacía bastante fresco para ser finales de agosto. Nos fuimos al pueblo a dar una vuelta, visitar a Kronxito y MA y cenar. Regresamos temprano para leer un rato y descansar antes de dormir.

Día 8 – 31-08-2020 – Lastres (Asturias) a Bermeo (País Vasco)

Nos levantamos en Lastres. Pasamos una noche genial. Nada de ruidos, nada de luz. Descanso perfecto. Desayunamos en la autocaravana. Lo habitual: bebida de cereales, granola casera y tostadas de margarina vegetal con mermelada de melocotón. Partimos hacia Bermeo, nos esperaban algo mas de 250 km. Teníamos todo el día, sin prisas.

Necesitábamos vaciar el depósito de aguas negras. No tuvimos suerte en toda la autovía de Asturias. Entramos en la autovía del Cantábrico. Al principio tampoco había indicaciones de descarga de aguas grises y negras en las áreas de servicio, como en Asturias. Vimos muchas áreas y ninguna disponía de estos servicios. Una pena. Porque cuando paras sueles echar combustible y comprar algo en la gasolinera. Continuamos mirando en cada área de servicio, en busca del vaciado. Por fin, en un área de descanso (no de servicio), al pasar la salida de San Vicente de la Barquera, en la autovía, vimos el cartel de zona de vaciado de aguas grises y negras. Nos metimos, un área de descanso estupenda. Con sombra, con grifo de agua y con el ansiado vaciado de aguas grises y negras. Procedimos al vaciado y al llenado del depósito de agua.

Continuamos ahora más tranquilos hacia Bermeo. Pasamos de Cantabria al País Vasco y cruzamos Bilbao por la autovía. Justo cuando estábamos cruzándolo un camión nos pitó y nos hizo gestos. Nos asustamos porque íbamos con la tensión de esa parte de la autovía, donde había mucho tráfico y muchos carriles y desvíos. El amigo comunitario del camión se puso en el otro lado y, como teníamos que aminorar porque había cola, nos hizo señales como que era comunitario y nos los lo dijo, desde la distancia. Nos quedamos encantados de que nos conocieran por la zona de Bilbao. Desde aquí dar las gracias al comunitario que nos saludó, nos encanta y nos hace mucha ilusión.

Nos adentramos en la carretera hacia Bermeo, en bastantes buenas condiciones y ancha. Solo tenía un pequeño tramo en obras, por lo demás fuimos subiendo hacia un bosque típico del norte. Y luego bajamos hacia el pueblo, que está al nivel de mar y junto a él.

Una vez más entramos improvisando aparcamiento. Habíamos visto algo en Internet, un aparcamiento para autocaravanas. Seguimos unas indicaciones de zona de vaciado de aguas grises y negras. No lo necesitábamos pero también indicaba parking. Entramos pero era muy estrecho y un parking más bien para coches. Salimos y fuimos hacia el polígono industrial, donde aparcamos a la sombra en una calle ancha. De momento nos quedaríamos ahí. No nos gustan los polígonos, por lo que una vez aparcados fuimos andando a visitar el parking de autocaravanas, a ver qué tal. Llegamos en poco más de 15 minutos andando. Estaba junto al cementerio, pero ya no podían aparcar autocaravanas. Han puesto un control de gálibo y es imposible entrar. Miramos por detrás del cementerio, ahí sí que había unos aparcamientos pequeños donde tal vez cabría la autocaravana pero dejándola aparcada de culo. No nos convenció el sitio, por lo que la dejamos en el polígono.

Fuimos a comprar para hacer la comida y la cena en un supermercado de Bermeo. Regresamos a la autocaravana y preparamos la comida. Una riquísima ensalada de garbanzos, pimiento, tomate, cebolla y zanahoria. Comimos muy bien, a la sombra. Descansamos un rato y sacamos las bicicletas para hacer una ruta de inspección de San Juan de Gaztelugatxe, lugar que visitaríamos al día siguiente, para el que sacamos tique (es obligatorio para el control del aforo).

Partimos siguiendo las indicaciones a Gaztelugatxe, unos 11 kilómetros desde Bermeo. Fuimos a buen ritmo porque salimos algo tarde y no queríamos que se hiciera de noche. La carretera subía un poco, cosa que nos sorprendió porque pensábamos que sería llano. Íbamos cerca del mal. Llegamos a lo más alto y vimos, a la derecha, un aparcamiento. Había autocaravanas y furgonetas camperizadas. Tenía unas vistas espectaculares y sillas y mesas para comer. Había gente andando y disfrutando de la zona y las vistas. Nos metimos con las bicis para echarle un vistazo y ver si podíamos aparcar por allí. Sin duda nos encantó y lo tuvimos claro porque, además, queda a poco más de 2 km a Gaztelugatxe, por lo que podríamos ir andando a la mañana siguiente y no tener que usar el transporte público ni mover la autocaravana.

Seguimos por la carretera bajando hasta la entrada a San Juan de Gaztelugatxe. Echamos un vistazo a la zona. Había aparcamiento e incluso un par de autocaravanas aparcadas, pero no nos convenció para pasar la noche. Algo estrecho y con pendientes. Además de que es una zona muy visitada y turística, por lo que se veía un tanto peligrosa.

Volvimos a toda velocidad a Bermeo para cargar las bicis y partir hacia el aparcamiento. Ni nos duchamos ni nos quitamos la equipación de ciclismo. Llegamos al aparcamiento y seguía habiendo sitio, afortunadamente. Dejamos la autocaravana bien aparcada y salimos a inspeccionar la zona. Las vistas de Gaztelugatxe y del faro eran espectaculares. Nos duchamos, hicimos la cena. Un riquísimo hervido de patatas, judías verdes, zanahoria, calabacín y cebolla. Nos acostamos viendo la puesta del sol en el mar. Leímos un rato y nos dormimos pronto.

Día 9 – 01-09-2020 – Entre Bermeo y Gaztelugatxe (País Vasco)

Nos levantamos en Bermeo, en el parking que tiene una entrada para senderistas y ciclistas hacia Gaztelugatxe y Bakio. Pasamos una noche genial. Hacía frío, lo cual nos encantó siendo verano. Dormimos con el edredón. Desayunamos y nos preparamos para hacer una ruta de senderismo. El día anterior sacamos el tique online para acceso de dos personas a Gaztelugatxe. Obligatorio para entrar. La hora era para las 10:55. Salimos a las 9, andando, por ese camino por el que vimos entrar senderistas y ciclistas y, además, tenía un cartel un poco más adelante indicando que íba hacia Gaztelugatxe y Bakio, con lo cual era perfecto, así evitábamos andar por la carretera.

Llegamos a la entrada de Gaztelugatxe una hora antes de la indicada en el tique. En la entrada nos dijeron que teníamos que esperar a esa hora. Para no estar una hora sentados seguimos en senderismo hacia Bakio. Bajamos unas cuestas grandes de carretera estrecha asfaltada y nos quedamos a unos 700 metros de Bakio. Vimos sus bonitos acantilados y regresamos para llegar a la hora a la entrada de Gaztelugatxe, ahora nos tocaba subir lo bajado.

Llegamos 20 minutos antes. Leímos algunos carteles con información sobre la zona y nos pusimos en la cola. Pasamos el código QR por el lector y entramos a disfrutar de este maravillo paraje. El recorrido era de unos 3 km. Entramos por Gaztelugatxe y saldríamos por Ermu, en un recorrido «circular», salvo la subida de los 273 escalones, que también bajaríamos por ahí.

No había mucha gente, una de las pocas cosas buenas de la pandemia, el control de los aforos. El sitio nos dejó alucinados por su belleza. Cruzamos un puente sobre el mar para subir hacia le ermita de San Juan. En un principio creía que era posible hacerlo en bici, con un poco de pericia. Pero además de que está totalmente prohibido, es imposible hacerlo en bici. Tenía varios tramos inclinados, con curvas y estrechos, de escalones. Imposible subirlo entero en bici, ni tan siquiera la mitad. Pronto me acordé de un vídeo que vi de alguien que lo subía en bici. Totalmente falso.

Llegamos arriba y miramos la ermita por fuera, porque estaba cerrada. Tenía unos cristales en la puerta por los que pudimos verla perfectamente por dentro. Tenía una hélice de barco, la parte delantera de un barco y barcos en miniatura colgando del techo. Almorzamos detrás de la ermita, con vistas al mar. Echamos decenas de fotos de los acantilados, las escaleras y la zona en general.

Fuimos bajando y dando por finalizada la visita porque aún teníamos que regresar a la autocaravana y, además, queríamos ir al faro. La salida de Gaztelugatxe se hace un poco dura para el que no esté acostumbrado a andar y subir. Hicimos un kilómetro subiendo hasta llegar a la salida. Fuimos hacia la izquierda por el mismo camino que cogimos para venir, ahora en sentido contrario. Revisamos la autocaravana y cogimos unas manzanas y más agua, para visitar el faro.

Según los carteles, el faro quedaba en Matxitxako, a unos 2 km de la autocaravana. Partimos por el sendero siguiendo las indicaciones. Estaba perfectamente señalizado. El sendero bajaba con cierta pendiente en dirección al mar. Las vistas desde allí de Gaztelugatxe volvían a ser impresionantes. Llegamos al faro nuevo y continuamos bajando hasta el faro antiguo, en desuso. En lugar de subir por el sendero por el que habíamos bajado se nos ocurrió seguir la carretera. Al principio bien pero luego vimos que iba hacia la izquierda y en llano. Algo no cuadraba, debería ir hacia la derecha y subiendo. Llevábamos más de 10 km de ruta e íbamos algo cansados. La carretera no tenía fin. Empezamos a correr. Veíamos algún senderista andando por allí, suponemos que hacia el faro. Eso nos tranquilizó un poco. En algún momento llegaríamos a la carretera de Bermeo. Por fin llegamos a la carretera pero estábamos algo bajos. Tuvimos que subir otro par de kilómetros hasta regresar a la autocaravana.

Acabamos haciendo unos 17 km de ruta de senderismo con más de 700 metros de desnivel acumulado. Un rutón inolvidable. Nos encantó el lugar y guardamos las imágenes para nuestro recuerdo.

Dejamos hirviendo agua para hacernos una rica pasta con soja texturizada, tomate frito, cebolla, calabacín y zanahoria. Mientras tanto nos duchamos. Comimos y nos acostamos a dormir un rato la siesta, estábamos agotados.

Nos levantamos y decidimos hacer un par de horas de viaje de regreso ya hacia Murcia. Salimos de Bermeo y volvimos a cruzar Bilbao, pero esta vez en dirección Burgos.

Fuimos buscando algún área donde llenar el depósito de agua, pero no la encontramos en toda la autovía. Antes de llegar a Burgos, en uno de sus pueblos pequeños, nos salimos para buscar alguna gasolinera y preguntar si tenían para llenar el depósito de agua. Tuvimos suerte, en la primera que paramos a echar gasoil, cerca de Quintanavides, preguntamos y nos indicó que tenía un grifo. Llenamos el depósito de agua y el de gasoil. Con 2.125 km de viaje. Echamos 40 litros, 48€, a 1,199€/l.

Como estábamos por una nacional y había pueblos pequeños fuimos a uno cualquiera de ellos. Seguimos las indicaciones del más cercano: Frenos de Rodilla. La carretera al principio estaba bien, pero pronto se estrechó bastante. Cabía un coche y poco más. Íbamos a darnos la vuelta en cuanto pudiéramos, pero vimos el pueblo a lo lejos, se veía pequeño y llano. Continuamos por la carretera y en poco más de un par de kilómetros llegamos al pueblo. Tenía una calle en la entrada sin casas donde aparcamos. Nos bajamos a inspeccionar la zona. Hacía un frío impresionante, unos 16 grados. Visitamos el pueblo y era muy pequeño. Con casas bonitas. Habían algunos lugareños por la zona, con los que charlamos un rato. Muy simpáticos. Nos dijeron que el pueblo tenía unos 35 habitantes y que estaríamos muy bien aquí.

Volvimos a la autocaravana y preparamos la cena. Recordaremos este pueblo, donde hay una tranquilidad casi total y espacio para aparcar la autocaravana sin molestar, antes de entrar al pueblo: Fresno de Rodilla (Burgos).

Día 10 – 02-09-2020 – Fresno de Rodilla (Burgos) a Madrid

Nos levantamos en Fresno de Rodilla (Burgos). Pasamos una estupenda noche. Silencio total. Descansamos mucho. Desayunamos y partimos hacia Madrid. Queríamos despedir el viaje haciendo una ruta de ciclismo de montaña por las sierras de alrededor de Madrid…

–continuará–