Hola comunitarios de todo el mundo, hoy me quito la gorra de cronista y me pongo la del ciclista solitario. Os contaré mis sensaciones tras hacer una ruta larga en soledad. También mis impresiones después de afrontar mi primer puerto serio en bicicleta de carretera. Dos situaciones que viví en una misma ruta, en la tarde del pasado sábado 1 de abril.

Os pongo en antecedentes, en primer lugar la ruta la realicé solo por voluntad propia, porque me apetecía y surgió el momento. Después de muchos años saliendo en compañía, quería buscar un momento de soledad. Básicamente aproveché el sábado en la tarde cuando los comunitarios que me acompañan habitualmente: Paquito206, Kronxito, Alino, María, Patricia, Matías, … estaban haciendo otros menesteres (grabando la carrerera XCO de Molina de Segura, trabajando, de viaje, etc.). Fue algo totalmente improvisado, sin premeditación, estaba en la sede de la Comunidad realizando las labores habituales: editando vídeos, haciendo crónicas, compartiendo y publicando cosas comunitarias, miré por la ventana y vi un sol espléndido que me deslumbraba. Me levanté y me asomé a la terraza: un día espectacular y era una pena «desaprovecharlo» ciclísticamente hablando.

Sin avisar por el foro, sin decir nada por ningún sitio (salvo a algún familiar allegado, por si me pasaba algo), me puse la equipación comunitaria, cogí las luces por si se me hacía de noche, un plátano, una barrita, las gafas, el casco, los guantes, un bidón de agua y, sin pensármelo, pausé los trabajos comunitarios para salir a tomar el sol y a disfrutar de esa sensación de libertad que te embriaga cuando te da el viento en la cara.

Cogí la bici de carretera y me planteé hacer un puerto «serio», por ejemplo Puerto Frío, en la Sierra de la Pila. Dicho puerto cuenta con una subida de unos 15 km desde Fortuna. Es un ascenso en general suave y con algunos descansos, pero desde que se pasa Fortuna se empieza a subir por el Cotao de las Peñas, Casicas, Garapacha y Fuente Blanca, hasta Puerto Frío.

Salí desde la sede de la Comunidad en Molina de Segura y me encontré con el primer escollo de la tarde: el viento. Soplaba bastante viento y casi siempre en contra. Anduve como buenamente pude por la Cañada Morcillo. Era llano pero parecía que iba cuesta arriba. Es curioso ver cómo el viento, algo que no se ve, es capaz de contrarestar las fuerzas de esa forma. En este punto de la ruta, con unos 8 km recorridos, se me fueron quitando los ánimos de hacer mi primer puerto serio en bici de carretera. Aún así luché contra el viento y contra mis pensamientos negativos y me dije «Paso a paso, pedalada a pedalada, kilómetro a kilómetro», luego ya vería si llegaba a culminar la cima o no.

Pasé por la Albarda y llegué a la carretera del Fenazar, que tomé en la dirección del pueblo. Por esta parte iba pensando que me había equivocado de ruta, había tomado el camino más largo hacia el Cortao de las Peñas. Calculando mentalmente, el ciclista solitario no tiene a nadie con quien comentar, lo que había hecho, el tiempo que llevaba y lo que me quedaba, no me salían las cuentas.

Y ahora paso a hacer un inciso y a hablar sobre la soledad del ciclista solitario. No he podido evitar hacer crónica de la ruta, llevo más de 200 hechas y es difícil quitarse esa gorra del cronista. Sea como fuere la crónica forma parte de mis sensaciones, van asociadas a los sitios por donde iba pasando. Por lo tanto seguiré contándola entreverada con las opiniones del ciclista solitario.

Volviendo a la gorra del ciclista solitario, esta ruta me vino genial para experimentar en mis propias carnes qué siente un ciclista que sale solo a rodar por los montes o por las carreteras. Como todo en la vida tiene sus ventajas y sus inconvenientes. En todo momento vas escuchando sonidos que cuando vas con grupo no sueles oír. No es exageración si digo que oía el sonido de la cubierta en su rozamiento con el asfalto: lo oía. También ruidos de la bicicleta, de la pedalada, que antes no había oído.

El pensamiento del ciclista solitario, otra cosa a tener en cuenta, la meditación. Cuando vas en compañía, normalmente, otros comunitarios del grupo te «imponen» de forma indirecta en lo que pensar, por la conversación que vas manteniendo con ellos. En cambio, cuando vas solo, eres tú y tu bici (por añadir una compañera, aunque inanimada, salvo por la fuerza de tus piernas), piensas en lo que quieres y cuando quieres, incluso puedes meditar si las condiciones te lo permiten. Cuando me soplaba el viento en contra con rachas fuertes dejaba de pensar en lo que estuviera pensando, para acordarme solo de ese viento.

Mientras pensaba y meditaba seguía pedaleando, acercándome un poco más a mi objetivo: Puerto Frío. Lejana e inalcanzable veía la Sierra de la Pila, la Bola de la Pila, muy lejana, muy inalcanzable. Por momentos me animaba, sobre todo cuando venía alguna pequeña bajada o algún punto donde el viento soplaba a favor o no soplaba. En otros momentos me desanimaba, no llevaba cuentakilómetros ni nada por el estilo, iba grabando la ruta con el móvil y poco más, así que me guiaba exclusivamente por mi intuición y mis sensaciones. Tampoco recibía los consejos de los comunitarios, tocaba ser el ciclista solitario.

Subí hacia el Fenazar por la carretera donde acaba la Espada, se me hizo un poco pesada esta subida, de un par de kilómetros, es tendida y con poca pendiente pero con el viento en contra parecía que tenía rampas del 15%. Por fin crucé el Fenazar, de seguido el cartel indicativo de «Rellano» y «Hurona». Barajé echarme por el Rellano, pero prefería ir hacia Fortuna, sabiendo que tenía un repecho en las Chinchillanas y el Cortao de las Peñas. Para luego, si llegaba a subir, bajar por el Rellano. Una vez más todos estos pensamientos, los de un ciclista solitario, quedaron en el silencio de mi mente y no fueron articulados por mi boca, dado que no había comunitarios que los escucharan.

Crucé el Fenazar y empecé a animarme un poco, tocaba una bajada de un par de kilómetros donde pude coger bastante velocidad. Pronto se acabó lo bueno y a subir las Chinchillanas. En estos momentos, cuando vas algo desanimado o bajo de fuerzas, el ciclista solitario puede echar de menos una rueda amiga, el ponerte a rueda de algún comunitario que vaya bien y así no tienes que cortar el viento, lo hará ese comunitario por ti y tú podrás descansar un poco. En mi caso, en soledad, no había rueda a la que acoplarme, así que no quedaba más remedio que pedalear y pedalear. Para colmo me pasó un coche a gran velocidad y sin respetar ese metro y medio de seguridad, a lo sumo palmo y medio. Me cabreé bastante porque me asusté.

Conductores y ciclistas:

Conductores respetad al ciclista, dejad la distancia mínima de 1,5 metros al adelantar. Los ciclistas van montados en un vehículo que pesa 9 kg, los coches pesan 900 kg.

Ciclistas respetemos a los demás vehículos, usemos el arcén cuando es posible y no invadamos el carril más de lo necesario.

Este susto me activó un poco, tal vez me sirvió de «aliciente». Vi el cartel de Las Chinchillanas y me animé al saber que había otra pequeña bajada hasta Fortuna. En la bajada, a 50 km/h, el viento me daba de lado y tuve que apretar las manos en el manillar de mi bicicleta para no perder el equilibrio ¡Qué desagradable sensación de inestabilidad! Prácticamente sin darme cuenta había cruzado el pueblo y me encontraba camino del Cortao de las Peñas. Miré hacia el horizonte y vi el sol alto, indicando que aún me quedaban algunas horas de luz. Por supuesto sin mirar el reloj, a la vieja usanza, mirando el sol y calculando la hora.

El ciclista solitario tiene algunas desventajas: no recibirá palabras de ánimo de otros ciclistas, ni tendrá el amparo del grupo. Cuando vas con varios comunitarios te van «llevando», la unión hace la fuerza y cuando uno está bajo de moral, de forma o de ánimos, los otros «empujan» de él. El ciclista solitario no tiene grupo que lo cobije, así que debe tener una mentalidad de hierro (no le queda otro remedio), para superar los momentos de incertidumbre y de desánimo.

Sin parar, para parecerceme en lo máximo posible a los ciclistas «normales» de carretera, le di un mordisco a la corteza del plátano, para pelarlo con una mano e ir comiéndomelo, mientras seguía pedaleando. Aminoré la velocidad para relajarme un poco, consciente plenamente de que llegaba a la subida y a los inicios del puerto. Con mucho respeto y sin una rueda de referencia o guía que seguir, el ciclista solitario solo puede mirar al frente y guiarse por la carretera o algún punto en el que fije la vista. Detuve mi mirada en una piedra del Cortao de las Peñas, que tomé como referencia, para ir viendo cómo iba creciendo conforme fuera acercándome.

Como decía, vi que el sol aún estaba arriba y seguí pedaleando con la intención de, al menos, llegar a las Casicas y pasar el Cortao de las Peñas. Sabía que si continuaba hasta la Sierra de la Pila me esperaban unos 15 km de ascenso y tenía ciertas dudas sobre cómo iría la relación de cambio de mi bicicleta de carretera, sobre todo en las rampas más inclinadas.

En este punto, ascendiendo el Cortao de las Peñas, con unos 25 km en las piernas, volvió a darme fuerte el viento de frente. Sumando esto a la pendiente de subida, me volví a desanimar. Tuve que poner los piñones más altos y el plato pequeño, no tenía más piñones y percatándome de que en la bici de carretera no hay molinillo que valga. En estos casos solo queda tirar de fuerza y, a lo sumo, levantarnos sobre el sillín y empujar con los riñones. Pero cuando el viento te da de frente si te levantas presentas más superficie para que impacte y por lo tanto te frenará más, así que mejor no levantarse y apretar los dientes.

Conseguí pasar el Cortao de las Peñas y la pendiente se suaviza bastante hasta pasar las Casicas. El viento dejó de soplar fuerte y me volvieron los ánimos. En el cruce de las Casicas hacia el Rellano volví a mirar el sol, medité unos segundos y pensé en seguir para arriba, iba bien físicamente y parece que hacía menos viento, tal vez refugiado por la propia montaña. Opté por continuar pasando las Casicas.

Otra decisión que tomar ¿echarme por la Churleta o por la Garapacha? La Churleta es una especie de atajo pero con dos o tres rampas duras de más del 20%. El ciclista solitario no tiene con quien consultar las decisiones, por lo que fue fácil: echarme por lo más duro para experimentar el tema de la relación de cambio en rampas duras con la bici de carretera.

Esta parte tiene algunos sube y baja cortos y las rampas que comentaba, que abordé animado dado que no tuve que poner el último piñón y las subí relativamente bien. Lo bueno de la Churleta es que no había viento, tal vez porque está entre montañas. Un señor mayor de la zona se preocupó por mi estado y me dijo hacia dónde iba, le dije que a la Pila y me dijo «Ánimo, aún te queda un poco». Le di las gracias y continué subiendo. Esas fueron las únicas palabras que salieron de mi boca durante toda la ruta, la del ciclista solitario.

Acabé la dichosa Churleta, con una última rampa de asfalto malo hasta llegar a la carretera y con un coche detrás que me puso algo nervioso. El último repecho, de más del 18%, te deja un poco exausto, tuve que levantarme de la bici y hacer la fuerza moderada sobre los pedales, para que no derrapara la fina rueda trasera sobre la gravilla. Cuando vas con la bici de montaña el firme te da igual, con la de carretera la gravilla se convierte en piedras y las piedras en obstáculos insalvables.

Continué por la carretera pasando Fuente Blanca y viendo a lo lejos el cartel de «Sierra de la Pila». Llegué a él y volví a poner lo más parecido al molinillo, dado que al girar a la izquierda hacia Puerto Frío te encuentras con una rampa bastane inclinada de unos pocos metros. La afronté levantado sobre el sillín y cogiendo velocidad en el llano para afrontar el puerto animado.

Vuelven los pensamientos del ciclista solitario, cuando vas en grupo parece que la montaña da menos miedo o congoja. Oía el fuerte sonido del viento al pasar entre las hojas de los pinos, era muy fuerte, sobrecogedor, no se escuchaba otra cosa e impresionaba bastante. Parecía como si bajara una corriente de agua entre los árboles. Me centré en mi respiración y en el pulso, que sentía si me concentraba un poco.

En este punto de la ruta, con unos 32 km, suprimiendo de mi mente el problema del viento, iba bastante bien, aún había luz y estaba en el inicio de Puerto Frío. Me esperaban unos 4 km de subida, no muy duros, pero también sabía que haría frío y seguía en soledad. En estos lugares, con el viento y la naturaleza en su máximo esplendor, ir solo te hace sentir la naturaleza de manera más intensa y esto puede provocar algo de miedo, al menos mucho respeto. Un pinchazo ahora sería fatídico, nunca había cambiado una cámara de la bicicleta de carretera, supongo que será igual que la de montaña pero tampoco había revisado si llevaba todo lo necesario en la matrioska. El eje pedalier parece que hacía un ruido raro, ya no sé si fruto del silencio de la soledad del ciclista solitario. El frío se incrementaba, así que todo sumaba para aumentar la congoja.

Pero no dejé de pedalear, eso era lo más importante, seguir hacia arriba y luchar contra los miedos, hay que superarlos, siempre. Esta carretera tiene marcados los kilómetros que van faltando hasta hacer cumbre: 3 km, 2 km, 1 km. Cada vez más animado y llegando a los últimos 500 metros. Me levanté sobre el sillín y los acabé a buen ritmo. Incluso me permití el lujo de bajar un poco hacia el otro lado para luego volver a subir.

Paré en el refugio de Puerto Frío, a unos 824 metros sobre el nivel del mar, con la satisfacción de haber culminado mi primer puerto de montaña serio en bici de carretera, con unos 15 km de subida, con descansos pero 15 al fin y al cabo. En este punto había acumulado unos 900 metros, no estaba mal para llevar unas 8 rutas en ciclismo de carretera y casi todas en llano.

Viendo que aún había luz aproveché para grabar un vídeo con mis impresiones, que podéis ver en este artículo, para los que no seáis lectores o no tengáis tiempo de leer. En resumidas cuentas fueron buenas, cuando estás bien entrenado las subidas cuestan bastante menos y recuperas pronto, sea en carretera o en montaña. Es cierto es es un tanto diferente, la bici de carretera cuenta con menos relaciones de cambio y no puedes hacer molinillo, pero también es cierto que pesa mucho menos y las ruedas son más finas, por lo que hay que hacer menos fuerza para moverla. Una cosa compensa la otra y en definitiva es más o menos lo mismo (a grandes rasgos, claro está).

Me comí una barrita, recogí mi envoltorio y uno que había por allí tirado, me los eché al bolsillo del maillot y emprendí el descenso. Mi idea inicial era bajar por el otro lado, pero iba escaso de tiempo y de volver por la carretera de Jumilla se me hubiera hecho muy tarde. Opté por bajar por donde había subido. Y aquí me di un buen susto. Cogí el bidón del agua, bebí y al intentar colocarlo en el portabidones no atiné a la primera, la bici cogió velocidad y no conseguía meter el bidón. El manillar de la bici de carretera es más estrecho que el de montaña, así que con una mano vas menos seguro y más aún frenando, no conseguía frenar con una mano pues perdía el equilibrio. Tuve que frenar con la del bidón haciendo presión, como pude, con el bidón en el freno. La verdad es que pasé un mal momento que me enseñó algo nuevo: en ciclismo de carretera hay que llevar cuidado con las bajadas si vas con una mano.

Pasé por la Garapacha y bajé a mucha velocidad hacia las Casicas, tomé la carretera del Rellano para volver por allí. No me detuve en casa de mis padres dado que el sol se estaba poniendo y no llevaba cargada la luz completamente. Bajé por la Hurona disfrutando de las buenas sensaciones, había superado los miedos, había superado la ruta en soledad y el puerto de montaña y estaba más animado. Rodé a bastante velocidad cruzando el Fenazar y la Estación de Archena y en nada me vi metido en la orilla del trasvase.

Llegué a Molina de Segura, de noche, con tantos ánimos que hice algún kilómetro más por el pueblo, subiendo hasta lo más alto. Acabé la ruta con 80 km, con 1.100 metros de desnivel acumulado positivo, en unas cuatro horas y media. Una ruta diferente, en solitario, en ciclismo de carretera, con sensaciones diferentes que posiblemente repita próximamente.

Una experiencia enriquecedora, que me aportó muchas cosas, que te hace fuerte cuando tienes que afrontar determinadas situaciones en soledad. El ciclista solitario, los hay que lo son por necesidad, porque no tienen con quién salir, los hay que lo son por propia voluntad, porque prefieren salir solos. En mi caso he hecho algunas rutas en solitario, muy pocas, otras con gente pero donde acabas haciendo tramos largos en soledad, como fue el Camino de Santiago, la verdad es que no me importa hacerlas, me siento bien cuando ruedo solo, aprovecho las ventajas y me olvido de las desvenjas.

De vuestro comunitario solitario por un día Alonso.