Hola amigos/as de Comunidad Biker, amantes de la naturaleza y de la vida en general, y también amantes de retos como el que os contaré a continuación. Soy la comunitaria Patricia Carmona y os relataré la ruta que hicimos los comunitarios y yo, parte del recorrido de la Mortal 3.0, con subida de los dos picos más altos de la mortal: la bola de la Pila y las antenas de Ricote.

El despertador no sonó, así que empezamos bien, con retraso, levantándome sobre las 7 de la mañana y nuestro encuentro era sobre las 6:41. Me levanté deprisa y corriendo, desayuné a tragaperro y menos mal que tenía preparada la mochila y demás enseres del día anterior.

Salimos los comunitarios Paquito206, Alonso, Matías, Juan Caride, Jose Manuel, Henfry, Antonio (Antasis) y una servidora, nos dirigimos al primer pico que sería la Bola de la Pila. No me dio tiempo para mucho al levantarme, así se lo hice saber a Alonso, le dije que me dolía un poquito el estómago, pero por las prisas hice caso omiso y salimos entusiasmados para ver qué me deparaba el día, sabiendo de antemano que sería dura la ruta.

Mi idea era probarme en esta premortal para ver si sería capaz de hacer la mortal, dado que hoy haríamos los dos picos más duros de la mortal, algo más de la mitad del recorrido, era una buena prueba para ver hasta dónde sería capaz de llegar.

Íbamos charlando con los demás comunitarios una ruta tranquila, desde el principio dosificándome y preparándome para lo que me depararía la premortal. En la sierra de Lúgar paramos a comer algo. Desde este mirador se suele ver la bola de la Pila, aunque esta mañana estaba cubierta por nubes.

Pasamos por la Hortichuela y subimos hacia la carretera que nos llevaría al Pico de la Pila. Por allí fuimos cogiendo cada uno su ritmo, yo dosificándome bastante porque sabía lo que me esperaba, hacía muy poco que había subido en la ruta de investigación del primer tramo de la mortal, así que me impuse un ritmo que sabía que podría soportar, más aún pensando en que después iríamos hacia Ricote.

Llegamos a la Bola de la Pila, muy satisfecha, mi tercer ascenso, y diciendo «Una cosa hecha, vamos a por la siguiente». Comimos un poco, un plátano que llevaba en mi mochila y bajando que es gerundio, sin demorarnos mucho.

Nuestro comunitario Matías se quejaba de dolor en el muslo, diciéndome que no podría continuar con nosotros. Los dolores musculares son lo peor en estos casos, además de que la mente nos juega malas pasadas y sé perfectamente que Matías lo hubiera logrado si pensara de otra manera, si creyera más en él y fuera más positivo. Salió en la ruta con un poco de temor, haciendo muchas preguntas y demás… Matías ¡El sí puedo siempre por delante!

Tras muchos kilómetros de bajada o casi bajada llegamos a una zona donde teníamos la opción de regresar a casa y dejar el segundo pico para otro día. Aquí los comunitarios Henfri, Jose Manuel y Matías decidieron volver por motivos varios. Los demás optamos por continuar con la locura, sorprendiéndome gratamente nuestro comunitario Antonio (antasis) que también vendría con nosotros.

Delante de mí llevaba al comunitario Juan Caride, quien se trajo a la ruta una mochila que le bailaba para todos los lados. Le pregunté y me dijo que en cuanto pudiera la tiraba a un contenedor. Y así hizo, no lo dudó, paramos en el pueblo de Blanca a comprar agua y algo de comer, tiró la mochila al contenedor. Se nos hicieron las dos de la tarde, así que entramos en una tienda china en la que venden casi todo tipo de alimentos, Alonso compró unas barritas, no se dio cuenta de que estaban caducadas, el vendedor nos lo dijo y le dijimos que nos daba igual, nos las comeríamos hoy. El dependiente nos regalo tres paquetes de barritas, cada uno contenía unas 10 barritas. No teníamos donde guardar tantas así que empezamos a repartirlas a los demás comunitarios. Llenamos los bidones de agua, comimos algo y seguimos la ruta. En este punto la barriga me empezaba a doler cada vez más.

Fuimos dirección Ricote, a lo lejos se veían las antenas de la sierra. Paquito206 nos adentra por una rambla poco transitada en la que tuvimos que echarnos las bicis al hombro. Después de subir una rampa dura arrastrando la bicicleta, donde el comunitario Antonio me ayudó a subirla por la parte más complicada ¡gracias!, cogemos camino y enseguida carretera, pero unos cuantos metros más y y volvemos a una rambla bastante chula.

Rodamos por el lecho con nuestras bicicletas de montaña, algo cansados ya, la rambla era bonita pero nos reventó a más de uno. Con tantos kilómetros en nuestras piernas y una rambla un poco técnica con piedras y socavones es lo peor. Las fuerzas merman y no tienes la habilidad ni los reflejos de cuando vas descansado, todo cambia cuando vas agotado físicamente. Mentalmente iba muy bien, la concentración y el positivismo juegan un papel importantísimo en estos casos. Le di ánimos a Juan para que siguiera, en este tramo lo vi algo perdido. La verdad es que esta zona nos desestabilizó a más de uno.

Fui siguiendo la rueda de Antonio, y me vino genial, iba lento pero seguro, cogiendo la trazada más correcta, la más «limpia» y se lo agradezco de verdad. En un tramo tuvimos que bajarnos de la bici porque era imposible pasar montados, al menos para mí, al comunitario Alonso lo vimos, como siempre, montado en su bici y atravesando estos escalones, piedras y socavones producidos por las aguas torrenciales de las últimas lluvias ¡Qué fácil parece cuando lo vemos pasar por estos sitios montado!

Salimos de la rambla y empiezan las rampas duras, durísimas. Subimos una de ellas que tenía una fuente donde recargamos agua. Al parar y supongo que por el esfuerzo y por la comida, me dio un dolor fuerte de estómago. Aguanté como pude a que llenaran los bidones de agua y eché a los chicos de allí, diciéndoles que me esperaran más arriba, que enseguida subiría. Y por fin terminó mi tortura en forma de dolor de estómago, que empezaba a ser muy molesto. No pude aguantarme más e hice de vientre debajo de un limonero, ¿a quién no le ha pasado alguna vez? Es como el dicho ese que dice «El ciclista que no se ha caído se caerá«, pues esto es lo mismo, «El ciclista que no ha cagado en ruta cagará» y más aún en rutas de 12 horas como la que nos ocupa. No pude hacerlo en casa como es debido por las prisas, dicho esto, que os lo tenía que contar pues marcó un antes y un después en la mi ruta, prosigo sin dar más detalles.

Me quité un gran peso de encima y me sentí aliviada, algo más ligera, cosa que agradecí profundamente. Pero seguimos subiendo por senda, incluso tuvimos que volver a empujar la bici, en un tramo muy técnico y empinado. Luego pasamos a camino, bajamos un poco y ¡zas! nos topamos con la Perversa. Antonio me decía que el nombre no le gustaba un pelo y así fue. Empezamos este ascenso, con cada rampa que era el copón (para qué andarme con otros adjetivos). Junto con las duras rampas vinieron los dolores fuertes de espalda y cuádriceps. Intenté hacer eses para aliviar la tensión, pero ni con esas, fui aguantando el ritmo de los comunitarios al principio, luego me quedé más o menos a la altura de Antonio, llegamos los dos con la lengua fuera al final del hormigón. Conseguí hacerla sin poner pie al suelo, del tirón, pero acabé cansadísima. Con 2.400 metros de desnivel y 90 km afrontar la Perversa me dejó KAO.

Las antenas cada vez se veían mas cerca, pero por más que pedaleábamos no llegábamos, empezó a dolerme mucho el culo, así que les dije a los chicos de parar un poco. Me dio una hambruna espectacular, me zampé dos barritas de golpe. Estiré un poco con mucho dolor en la espalda. Cuando me bajé de la bici casi me pongo a llorar de dolor y de cansancio, estaba exhausta. También me dio mucho sueño y me asusté un poco, le pregunte a Alonso si era normal, tenía dolores en músculos que no sabía ni que existían. Alonso también se quejaba de que le dolía los isquios, nunca lo vi así, no podía andar, le dolían bastante.

Pero había que seguir, estábamos a nada de llegar, seguimos subiendo hacia las antenas, de vez en cuando le preguntaba a Alonso ¿cuánto falta? Bufff casi no podía más, mi mente me decía otra cosa, que ya que estaba allí tenía que terminar, pero el cuerpo me decía otra muy diferente. Para mí no existe el «no puedo», así que mis piernas acabaron por pedalear solas.

Llegamos por fin a las antenas de Ricote, donde nos esperaban Paquito y Juan muertos de frío. Nos echamos la foto de rigor y para abajo. En la dura subida había olvidado que aún nos quedaban 40 km para volver a casa, pero me animaba interiormente pensando que eran bajada y llano.

Regresamos a Molina de Segura, deseando llegar a casa y aparcar la bici. Este tramo de vuelta se hizo muy largo, de cuando en cuando había algún repecho y apenas podía darle a los pedales, no podía más. Alonso me decía que tenía que levantarme del sillín para cambiar de postura y que circulara la sangre, pero le dije que era imposible, si me levantaba iba bien pero al sentarme veía las estrellas de dolor, un dolor punzante, además de que me salieron granitos un poco dolorosos debajo del culo, como mucho me estiraba un poco sobre la bici para relajar la espalda.

Sorprendentemente no hubo crudas realidades, ni un pinchazo, ni averías, más allá de la picadura del pollo normal por tantos kilómetros, horas y desnivel. La verdad es que lo agradecimos mucho, de lo contrario la ruta se hubiera alargado mucho más. Acabamos con casi 13 horas de ruta, 3.100 metros de desnivel y 140 km y no precisamente por carretera ¡Ahí es nada!

Nuestro comunitario Antonio nos sorprendió gratamente, aguantó la premortal completa, Juan le dijo «Ya eres un pro», a lo que le contestó Antonio «Dominguero pro». Bravo por todos los comunitarios, un rutón, el más duro para mí, sin duda, más que los Calares del Río Mundo, la que tenía por la ruta más dura que había hecho hasta ahora.

Con una compañía de diez estas rutas se hacen más amenas, un reto que conseguí satisfactoriamente, un reto mío personal, demostrar que sí se puede, que la mente humana es extraordinaria, inculcando en cada kilómetro el «Sí puedo, sin miedo ni temor«. Todo lo que nos propongamos se puede hacer con esfuerzo y constancia, con un poco de sacrificio, pero la recompensa de haberlo logrado merece la pena. Yo lo hice y cualquiera puede hacerlo.

Gracias a todos/as los comunitarios por los ánimos que he recibido Seguimos cumpliendo retos, sueños, seguiremos viviendo la vida y haciendo lo que más nos apasiona y con la compañía que más nos gusta.

De vuestra comunitaria Patricia Carmona.

  • Fotos de la Premortal 3.0: