Estimados comunitarios, hace unas semanas nuestros comunitarios Jinetes propusieron una ruta en el foro de la web comunitaria, para visitar la Sierra del Segura, los Campos de Hernán Perea y el Pico Banderillas, en Jaén. Una excelente proposición que no podíamos dejar pasar, así que nos apuntamos para acompañarlos. Fuimos a la ruta los comunitarios Alonsojpd, Patricia Carmona, Antonio Antasis, Iván, Pedro, Pedro203, Eusebio, Eduardo, Jose Matías, Juan, Adrián y un par de comunitarios más cuyo nombre no recuerdo (lo siento).

El jueves por la tarde hicimos los preparativos: depósito del coche lleno, bicis cargadas, cristales limpios, bocadillos compactos preparados, mochila con la equipación comunitaria y los dispositivos de grabación de vídeo y GPS, cena de pasta para cargar la reservas de glucógeno y a dormir temprano que a la mañana siguiente tocaba madrugar.

Nos levantamos el viernes 9 de junio de 2017 a las 05:01, día de la Región de Murcia y por tanto festivo. Buen desayuno a base de bebida de avena, leche, cereales, yogur, etc.. Ya teníamos todo preparado del día anterior así que sólo nos quedaba montarnos en el coche e ir hacia el lugar de partida. Allí estaban los comunitarios Jinetes, nos saludamos, esperamos a los más rezagados y partimos hacia Pontones en Jaén, nos esperaban casi tres horas de viaje.

Cruzamos en coche la sierra de la Puebla de Don Fadrique, que visitamos recientemente para hacer la marcha de la Sagrabike, una carretera con mil curvas pero rodeados de un paisaje excepcional. Al cruzar esta montaña nos quedamos con la boca abierta, apareció ante nosotros una especie de valle con unas gargantas impresionantes, todo verde, impresionante, era Santiago de la Espada.

Continuamos con el coche y llegamos pronto a Pontones, donde aparcamos, bajamos las bicicletas, nos pusimos la equipación comunitaria y ¡A rodar! El comunitario Pedro @pedro203 llevaba cargada una ruta por la zona en su GPS y el comunitario Jinete Jose Matías @josematias nos hacía de guía dado que ya había recorrido el lugar meses atrás.

Los primeros kilómetros de la ruta los hicimos saliendo del pueblo por carretera, cogiendo algún atajo por camino pero muy pedregoso y con pinchos, donde el comunitario Antonio @antasis sufrió una pequeña caída, haciendo un félix, al intentar quitarse una brizna de hierba y tocar una piedra con la rueda delantera. Afortunadamente sólo quedó en un pequeño susto y pudimos continuar la ruta.

Descendimos hacia un valle verde, con unos cuervos gigantes, se notaba que allí se alimentan bien dado que eran mucho más grandes que los que tenemos por aquí. El paisaje que nos íbamos encontrando era una promesa de lo que nos encontraríamos más adelante, como de película, a un lado una zona de piedra lisa, porosa y sin vegetación y al otro, en la zona de la umbría de la sierra, todo verde y exuberante.

Cogimos alguna otra senda corta y cruzamos los pequeños pueblos de Fuente del Segura de Abajo, Fuente del Segura de en Medio y Fuente del Segura de Arriba. A los pocos kilómetros, muy pocos, llegamos al nacimiento del río Segura. Allí paramos a leer el cartel, ver el nacimiento y echarnos unas fotos. El cartel dice:

La sierra de Segura es el mayor macizo montañoso del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas (Jaén). Su extensión es tal que se aproxima a las vecinas tierras castellano-manchegas de la provincia de Albacete.

En estas serranías cubiertas de hermosos parajes de roquedo calizo, comparten el espacio los pinares salgareños y los pastizales de montaña, ocupados asimismo por ovejas segureñas en verano y sus característicos muflones en invierno.

En el interior de la peculiar crestería calcárea de la Sierra de Segura surge un manantial cristalino conocido como Nacimiento del río Segura. Éste queda próximo al núcleo de población de Fuente Segura y al Monte Mariasnal.

El manantial de Fuente Segura ha creado un excepcional y fresco paraje donde está ubicada una interesante Área Recreativa. A su alrededor se localiza un característico bosque de galería dominado por sauces, lavandera, martín pescador y otros animales típicos del medio acuático.

El río Segura nace a una altura de 1.410 metros sobre el nivel del mar, en el Manantial conocido como Fuente Segura. A lo largo de su recorrido en sentido noroeste se dirige hacia el mar Mediterráneo y recoge las aguas de los ríos Madera, Zumeta y Tus. Destaca la presencia del llamativo embalse de Anchuricas en su tramo más alto.

Sin demorarnos demasiado porque estábamos empezando, continuamos nuestra ruta de ciclismo de montaña hacia los Campos de Hernán Perea. Nos adentramos en una pista forestal o camino de tierra de subida, sin ser exigente fuimos subiendo durante unos 3km, del kilómetro 5 de la ruta al 8. En este punto nos encontramos con una altiplanicie que es la más extensa de España, los Campos de Hernán Perea (también llamados Campos de Hernán Pelea). Un paisaje de modelado kárstico, con roca caliza, que nos hizo parar a observarlo detenidamente, sin vegetación alta, sin árboles, sólo un manto de vegetación baja y piedra. Nos dio la impresión de estar a 6.000 metros de altitud, en alta montaña, pero estábamos a unos 1.700.

Por supuesto grabamos unos cuantos vídeos e hicimos muchas fotos, para tener un bonito recuerdo y para compartirlo con todos vosotros, con aquellos que no podréis visitar este estupendo lugar y verlo con vuestros propios ojos. Nosotros sentimos y tuvimos ese privilegio.

Vimos algunos rebaños de ovejas segureñas, de las que nacen los corderos segureños típicos de la zona. Unos estaban a la sombra de los árboles, justo antes de llegar a los Campos de Hernán Perea y los otros estaban más arriba, en plena altiplanicie, al sol por supuesto.

Continuamos con nuestro rodar tranquilo, charlando con los comunitarios, disfrutando de una climatología estupenda, con un sol que nos iba tostando la piel expuesta de nuestros cuerpos, la que queda sin la sombra protectora de las prendas. Pero muy contentos de que no hiciera frío, viento o mal día, dado que a estas altitudes los cambios de temperatura son rápidos e importantes.

Vimos el primer refugio de montaña y entramos a echarle un vistazo. Los refugios de montaña siempre están abiertos y salvan muchas vidas, por ello vimos que estaba bastante bien cuidado, tenía colchones, zona para dormir, una fuente de agua, una zona para cocinar, etc.. En este momento el comunitario Jinete Eusebio nos regaló las primeras carcajadas de la mañana, hasta ahora habían sido risas pero aquí fueron carcajadas, nos contó un chiste que no reproduciré aquí pues era «verde».

Salimos riéndonos del refugio, vimos muchos saltamontes y un matahombres, ese insecto alargado y negro con anillos rojos que avisa de que puede ser venenoso. Lo fotografiamos y seguimos nuestro caminar. Leyendo ahora las características de este insecto reconozco que me arriesgué demasiado, en mi desconococimiento, al fotografiarlo de cerca. Dicen que la ignorancia es muy atrevida y bien cierto que es:

La aceitera común (Berberomeloe majalis), también conocida como carraleja, matahombres, curita y curica, es una especie de coleóptero polífago de la familia Meloidae que alcanza gran tamaño, ocasionalmente más de siete centímetros, convirtiéndolo en uno de los coleópteros más grandes de Europa.

Es muy fácil de reconocer, sobre todo la hembra, por su extraordinario abdomen alargado y fusiforme de color negro con bandas transversales anaranjadas o de color rojo sangre. Carece de manchas rojas en las sienes.

Cuando se ve amenazado segrega una sustancia llamada cantaridina, parecida al aceite (ya que es hemolinfa) y muy tóxica que provoca daños en la piel (irritación y erupciones), y vómitos, diarrea y anomalías en el aparato urinario en caso de que sea ingerida.

La foto de la ignorancia:

Insecto matahombres o curica en Campos de Hernán Perea por Comunidad Biker MTB

Seguimos nuestro caminar, ajenos al peligro al que me vi sometido por mi ignorancia, circulando ahora por el Campo del Espino, que forma parte de los Campos de Hernán Perea. Nos encontramos con un grupo de ciclistas que estaban regresando, eran andaluces por su acento típico. Ellos también debieron pensar que nosotros éramos murcianos. Hablaron con los comunitarios del grupo de cabeza, a mí me pilló alejado pero les oí decir «A partir de aquí no hay ni una sombra».

Nuestros guías Jose Matías y Pedro iban tomando los diferentes cruces de caminos, una veces más acertados que otras, en una ocasión nos metimos hacia un camino sin salida. El comunitario Jinete Eduardo y yo optamos por cruzar monte a través y el resto retrocedieron sobre sus pasos para buscar el camino correcto. Íbamos con la idea de coronar el pico Las Banderillas, el más alto de la sierra de Segura. Nos metimos por un campo con hierba y piedras calizas, al fondo se veía un pequeño cerro de piedra caliza y árboles y ¡sombra! Cuando íbamos a darnos la vuelta subimos un poco más altos y vimos, al fondo vimos al resto de comunitarios, manchas verdes, azules y rosas, eran los comunitarios jinetes. Continuamos monte a través y nos reencontramos con ellos.

Encontramos el camino que nos llevaba dirección el Banderillas, lo confirmó el comunitario Pedro en su GPS. La zona anterior, desde el kilómetro 8 de la ruta en que dejamos la subida, era de llaneo y algún que otro repecho suave, desde el kilómetro 8 al 22.

Rodamos unos kilómetros por llano y el comunitario Pedro propuso parar a echarnos unas fotos y observar de cerca este cerro de piedra caliza. Y agradezco que nos hiciera el ofrecimiento porque mereció la pena la parada, una piedra esculpida por los millones de años de lluvias, frío y viento, que ha dejado grabada en ella unas formas singulares, adornadas y coloreadas por los líquenes. Por supuesto aceptamos la proposición,  nos echamos unas fotos y grabamos unos vídeos.

Roca caliza con formas singulares

La parada también nos sirvió para experimentar un episodio de la cruda realidad del ciclista de montaña, algo atípico: una cagarruta aplastada por el culote del comunitario Eusebio residía en su sillín. Seguramente al levantarse en algún momento su rueda trasera le lanzaría este regalo y lo aplastaría con el culo al volver a sentarse. Nos reímos y comentamos la cruda realidad por pintoresca. No pude grabarla porque me pilló grabando el paisaje kárstico.

En el kilómetro 22 comenzaba lo bueno (para los que nos gusta el ascenso). Empezamos a subir por camino, mirando primero a la derecha y viendo las montañas de alrededor, un increíble e infinito paisaje abrupto, con miles de picos, sierras, montañas y cerros. Dejamos de mirar a la derecha porque nos encontramos con un tramo de subida más inclinada y con piedras sueltas, que nos hizo concentrarnos y aplicar todas las técnicas de ascenso conocidas para no poner pie a tierra. Pero ni con esas, muchos comunitarios quedaron atrás al derrapar su rueda trasera y perder la tracción.

Llegamos a un descanso del camino, que volvía a la normalidad, a ser llano. Paramos los más adelantados a esperar a los rezagados, aprovechando, como siempre en la Comunidad, para fotografiar y animar a los últimos. Aquí en lugar de mirar a a la derecha, que sólo había una ladera montañosa con árboles, con pinos que presentaban los efectos de las nevadas, con troncos gruesos y sin ramas para soportar la fuerza de la nieve y el frío y una copa alta con las hojas que les dan la vida gracias a la fotosíntesis, mirábamos a la izquierda y más que mirar diría yo «admirar». El horizonte se perdía en un sin fin de montañas, hacia cualquier lado que miráramos ¡Sobrecogedor!

Aprovechamos esta tregua que el camino nos proporcionó para comer un poco, para almorzar, unas barritas, plátanos, algún fruto seco. Dejamos que el último tomara aliento, vimos un ciervo (o muflón) a lo lejos, abajo, en el valle y volvimos a montarnos en las bicicletas y a pedalear. Habíamos dejado atrás algo más de un kilómetro con unas pendientes de más del 15% y seguíamos ascendiendo, aunque algo más suave.

Y llegamos al final del camino y el camino se convirtió en un sendero estrecho, sinuoso, con barranco a un lado. Muchos comunitarios dejaron las bicicletas y empezaron la ruta de senderismo hacia la conquista del Pico de las Banderillas. Sólo los comunitarios Pedro y yo subimos con las bicicletas. El sendero tenía tramos ciclables y tramos técnicos, con escalones de piedra. Como luego dijo el comunitario Pedro, de conocer la senda y de no ir tan cansados tras varios kilómetros de subida y un sol implacable tal vez la hubiésemos subido casi completa sin poner pie a tierra. Pero lo cierto es que empujamos la bici casi más tiempo que la montamos.

Llegamos arriba del todo por fin, en el kilómetro 26 de la ruta, con unos 4 km de subida, a casi 2.000 metros de altitud, al Pico de las Banderillas (al refugio más bien, pero casi lo mismo es).

Lo que vimos allí es difícil de describir y no me atrevo a hacerlo porque repetiré palabras: impresionante, vistas que quitan el aliento, horizonte infinito de montañas y barrancos, el pantano del Tranco al fondo, los Campos de Hernan Perea vistos desde arriba, la sierra de Cazorla, gargantas abruptas. Miraras hacia donde miraras todo era sobrecogedor (creo que he repetido la palabra también). En fin, una imagen vale más que mil palabras y tenemos muchas en el álbum.

Llegaron el resto de comunitarios, nos echamos la foto de grupo con la caña selfie, visitamos los dos refugios de este pico, uno que se nota que era más antiguo y acogedor, pequeño, para una o dos personas, pero con su chimenea, su catre y ventana y el otro más moderno y grande.

Un último vistazo para dejar grabado en nuestras retinas este entorno y ¡A bajar! Tocaba un descenso casi al estilo downhill (que me perdonen los expertos en downhill). Los comunitarios que subimos las bicicletas disfrutamos del descenso de este sendero por el que subimos, todo ciclable, con tres sitios un poco complicados y técnicos, por las piedras y escalones y por las piedras sueltas. Pero sobre todo, lo que «asustaba» era el barranco que teníamos a nuestra izquierda ahora ¡Mejor no mirar!

Llegamos al camino y esperamos a que bajaran los comunitarios senderistas. Nos echamos otra foto de grupo en una piedra asolada en su parte baja por el frío, por millones de cambios de temperatura bruscos que hacen el efecto cuña y van agrietando la roca.

Descendimos y emprendimos el regreso por el camino por el que vinimos, bajando esta parte con mucha cautela, estos caminos pedregosos son peligrosos, puedes perder el control de la bici en cuestión de segundos. Una vez en el llano fuimos hacia los Campos de Hernán Perea de nuevo.

Volvimos a entrar al refugio a usar la fuente de agua manual. Estaba fresquísima y riquísima, al comunitario Adrián @adriantm98 le vino de maravilla, iba sin agua.

Fuimos despidiendo el Campo del Espino y los Campos de Hernán Perea, no sin padecer un poco, lo que al comienzo de la ruta eran bajadas suaves, a la vuelta se convertían en repechos y con el cansancio se hacían un poco duros. Pero afortunadamente eran cortos y sabíamos que pronto llegaría la bajada hacia el nacimiento del Segura.

Hicimos estos kilómetros rápidos, por pista forestal  y en descenso y continuamos regresando por el mismo camino de principios de la mañana. Al pasar los pueblos de Fuente del Segura (alta, media y baja) nos encontramos con el último repechón, por carretera, con una pendiente de más del 15%, con más de 45 km en las piernas y 1.000 metros de desnivel acumulado, pero no quedaba más remedio que subirlo. Y llegó justo aquí otra cruda realidad, patrocinada nuevamente por el comunitario Eusebio, que pinchó, su rueda trasera se vació rápidamente por lo que auguraba una raja en la cámara.

Buscamos una sombra cercana y nos protegimos del sol para arreglar la avería, a unos 2 km del final de la ruta, no podía faltar el pinchazo, algo típico cuando se juntan más de 5 bicicletas, hoy 13 con sus 26 ruedas, es una cuestión de probabilidad. Nos lo tomamos con humor, como es habitual en la Comunidad. Reparamos el pinchazo y seguimos para acabar la ruta descendiendo por carretera hasta Pontones.

Acabamos la ruta con unos 49 km, realizados en unas 6 horas de ruta, acumulando unos 1.000 metros de desnivel. Esto sólo son números y estadísticas que poco o nada importan, lo que sí importa es que pasamos una mañana estupenda y disfrutamos de una compañía y unos paisajes maravillosos.

Nos esperaba en Pontones una mesa reservada en un bar, aparcamos las bicicletas, nos sentamos y devoramos todo lo que nos fueron poniendo: mucha agua y cerveza, migas con lomo, pimiento, melón, sandía y chorizos (picantes), solomillo, cordero segureño, patatas con ajo y algunas cosas más. Tomamos los cafés e infusiones y el comunitario Eusebio nos contó unos cuantos chistes más, hasta hacernos llorar de la risa. Incluso el camarero se animó y también nos contó algunos. Reímos, charlamos y disfrutamos de esta extraordinaria compañía.

Quiero agradecer a los comunitarios Jinetes por haber compartido con el resto de comunitarios la ruta en el foro. Nos sentimos como de la familia y nos trataron de maravilla, incluso nos invitaron a la comida ¡Os la devolveré!

Por supuesto luego había que cargar las bicis en los coches, cambiarnos de ropa, hacer el viaje de vuelta, descargar las bicis y demás… Pero estas labores se hicieron rápidas y amenas recordando lo visto, lo sentido y los momentos vividos.

De vuestro comunitario presidente Alonso.

  • Fotos de la ruta MTB: