Hola queridos amigos, era hora de salir de nuestra tierra y viajar hasta Albacete, a las montañas de Riópar. Esta vez sería un viaje en familia, para salir del bullicio y del ritmo acelerado de las ciudades, para desconectar de la contaminación, los edificios, los coches y los ruidos, de las aglomeraciones y de los móviles y sus estresantes sonidos de notificaciones. Lo mejor es ir a la montaña, lo más aislados posible, y así fue como emprendimos un viaje de dos horas hacia Mesones, una aldea de Molinicos (Albacete), en el fin de semana del dos al tres de diciembre.

Se trataba de un viaje en familia, aunque nuestra pasión por disfrutar de la naturaleza y la montaña hizo que cargáramos las bicis en el portabicis del coche y nos las lleváramos. El senderismo es estupendo pero te limita a una zona pequeña y necesitas mucho tiempo para recorrerla, con el ciclismo podemos explorar más terreno en menos tiempo. Partimos con la idea de hacer alguna ruta corta por la zona. Viajar hacia el Parque Natural de los Calares del Río Mundo y de la Sima merecía una visita en bici. Recorrimos parte de él el año pasado en la marcha BTT de los Calares del Río Mundo, pero nada tiene que ver hacer una ruta libre que tener que ceñirse a un recorrido preestablecido.

La tarde y la noche del sábado la pasamos disfrutando de la familia y de la chimenea de fuego de leña de Casa Nicolás, donde residimos, cenamos, desayunamos y comimos, y donde nos trataron como uno más de la familia. Lugar que menciono por el estupendo y  cercano trato recibido, por la magnífica comida y por estar a unos metros de la sierra de Los Calares.

Durante el viaje de ida y un poco antes de llegar a Mesones, por Elche de la Sierra, nos encontramos con nieve en la orilla de la carretera, a unos 1.100 metros de altitud. En Mesones hacía un frío importante, con 1 grado más o menos, temperatura que a la mañana siguiente bajaría considerablemente. Preguntamos si había nieve en la montaña y nos dijeron que sí, pero muy arriba.

En la mañana del domingo, día 2 de diciembre de 2017, nos animamos y nos preparamos para hacer una ruta de ciclismo de montaña por Los Calares del Río Mundo y la Sima. Desayunamos bien en Casa Nicolás y nos vestimos con tres térmicas y la chaqueta comunitaria, guantes largos, dos bragas, un gorro, dos o tres calcetines, unas mallas largas y el culote y salimos a la calle ¡Qué frío! En Mesones estábamos a 4 grados bajo cero. Nos asomamos al coche a coger los cascos y estaba cubierto por una capa de hielo. Los tirantes del casco, que estaba dentro del coche, habían quedado totalmente rígidos por el frío.

Cuando estaba buscando las gafas en el coche para salir, me dio un fuerte apretón, así es, unas ganas de cagar impresionantes, con toda la ropa puesta y a -4 grados ¡Me helé más si cabe! No me dio tiempo ni de coger las gafas, le dije a la comunitaria Patricia que me las buscara y partí al monte a toda velocidad ¡Menudo frío! Cuando llevaba unos pocos metros de camino vi un sendero a la izquierda poco o nada transitado y un riachuelo, no me lo pensé y me metí, tiré la bici, me quité la ropa tirándola encima de la bici y salí corriendo a un rincón escondido ¡Casi no me da tiempo! El culo se me congeló pero mereció la pena ¡Menudo alivio!

Empezamos la ruta, tras la pequeña cruda realidad del ciclista de montaña que sale a rodar a -4 grados y tiene que quitarse la ropa para cagar, riéndonos y comentando lo sucedido. Ahora al escribirlo se me erizan los pelos y me viene la sensación que tuve en ese momento ¡Tremendo!

Fuimos subiendo poco a poco por el camino o pista forestal de esta sierra, creíamos que íbamos bien abrigados, en un principio sólo sentía frío en los dedos de las manos y en los dedos de los pies, por lo demás iba bien. Paramos en la fuente a echarnos unas fotos, a mí me tocó quitarme un guante, al no ser táctil, para hacer la foto con el móvil. La mano se me heló al segundo de sacarla.

Pedaleamos para entrar en calor aumentando el ritmo, la comunitaria Patricia delante y yo, como de costumbre, tratando de aguantar su ritmo. De repente oigo que dice «Nieve», no me lo podía creer, tan abajo. En Mesones los lugareños nos dijeron que habría nieve pero sólo en la cima, en los Calares, en la parte más alta. Le dije «No puede ser», pero a los pocos metros allí estaba, en la cuneta del camino, en la ladera de la montaña, en la umbría, donde no da el sol. Nos asombramos de verla tan abajo, tal vez la noche anterior también nevó.

A los pocos minutos, mientras seguíamos dándole a los pedales de nuestras bicicletas de montaña, empezamos a ver una fina capa de nieve en el camino, parecía hielo. Sin dudarlo paramos a tocarla, a comprobar si podíamos seguir rodando sobre ella y a echarnos unas fotos. Tenía el grosor justo para poder seguir pedaleando sin peligro. Conforme subíamos la capa era más consistente pero con el mismo grosor, al principio tapaba parte del camino y poco a poco todo quedaba cubierto por un manto blanco.

El frío se iba incrementando, intentamos buscar el sendero que sube a los Calares, pero con la nieve era casi imposible. Nos metimos por todos los caminos que vimos pero algunos bajaban y eso no era buena señal. Al final decidimos seguir subiendo por camino hasta donde pudiéramos.

En la parte más alta el espectáculo natural de la nieve era impresionante, daba el sol en el suelo y la nieve brillaba. Paramos a calentarnos un poco, todo salvo los pies, que tocaban la fría nieve y no se calentaban con el sol. Echamos unas cuantas fotos y grabamos algunas tomas. La comunitaria Patricia hizo un par de ángeles en la nieve, yo no me atreví por si me mojaba, eso sería fatídico para el frío que hacía.

La cámara GoPro, para colmo, no quería encender, por lo que cada vez que tenía que grabar y fotografiar me tocaba quitarme el guante ¡Menudo fastidio! Aprovechando los rayos del sol que daban en lo más alto del camino se me ocurrió sacar la batería y echarle el aliento, a ver si con el aire caliente de mi cuerpo arrancaba ¡Y funcionó!

Vimos que el camino acababa en una senda poco ciclable, menos aún tapada con la nieve, era un peligro pues no se veían los baches ni las piedras. Decidimos darnos la vuelta y coger otros caminos, evitando estar mucho tiempo parados, para no congelarnos. Emprendimos el descenso y aquí sí que aumentó la sensación de frío, multiplicada por tres, el viento nos daba y seguía en su trabajo de congelarnos los dedos de las manos y de los pies, labor que hacía maravillosamente bien.

Llegamos a un cruce de caminos y tomamos el que subía, para seguir calentando. Nos encontramos con el final de este camino y volvía a acabar en otra senda, que tenía pinta de senderismo. Intenté cogerla para ver qué tal pero con la nieve era muy resbaladiza. Volvimos a bajar y volvimos a helarnos. Llegamos otra vez al cruce de los tres caminos y cogimos el que nos quedaba por investigar, que parecía que iba hacia abajo, hacia la carretera.

Rodamos por la sombra de la montaña, sobre la nieve, una sensación maravillosa, por momento incluso nos olvidábamos del frío, hasta que había alguna pendiente hacia abajo que nos hacía coger más velocidad y el frío viento se nos metía por los pies y las manos.

Y ahora haré un inciso para hablar de la ropa que llevábamos, en mi caso tres térmicas de 10 grados, la chaqueta comunitaria, dos bragas, un gorro, tres calcetines (normales), unos guantes de unos 5 grados, unos leotardos y el culote comunitario. Vengo a enumerar las prendas para decir que todo funcionó a la perfección, no tenía frío en el cuerpo ni en la cabeza, pero nos falló la parte de los guantes y de los pies. La ropa que llevábamos no estaba preparada para los -7 grados y los dedos de los pies casi se nos congelan, nos dolían una barbaridad, y nos preocupó bastante el que llegaran a quedarse morados y congelados de verdad. Aprendimos para la próxima, unos calcetines térmicos, liarnos la punta de los dedos con algún plástico y usar unos guantes que aguanten menores temperaturas.

Cuando habíamos bajado unos 4 km por este camino, diciendo «que salga el sol por Dios», con un frío que estoy convencido superó los -7 grados, al menos la sensación térmica por el viento que nos daba, justo en ese momento vimos un rayo de sol, la montaña se cortaba un poco en un vértice y dejaba pasar un par de metros de sol. Sin dudarlo paramos y nos pusimos como los caracoles, nos quitamos las zapatillas y procedimos a masajear los pies y las manos para que cogieran algo de calor ¡Menudo dolor! El agua de los bidones estaba congelada, el plátano que llevábamos negro del frío.

Aguantamos unos minutos al sol, tampoco queríamos parar demasiado porque con tanta ropa empezaríamos a sudar y esto era malo, el sudor se enfría y podríamos tener problemas a la vuelta. De hecho uno de los errores, en mi caso, de llevar tres calcetines normales (incluso de los que uso en verano) es que me sudaron los pies y el sudor se enfrió, mejor para estos casos llevar la ropa apropiada, no demasiada, para que haya algo de transpiración y evitar el sudor en la medida de lo posible. Desde luego demostramos que no estamos nada acostumbrados a temperaturas por debajo de cero y no somos ejemplo a seguir en estos casos.

Recuperados emprendimos el camino de vuelta, como vimos que íbamos alejándonos demasiado de Mesones, optamos por subir por donde habíamos bajado. Llegamos al cruce y bajamos al pueblo. Conforme descendíamos la temperatura subía un poco y en la parte baja nos daba el sol.

Llegados a este punto y dando por finalizada la ruta, que acabamos en la chimenea de leña de Casa Nicolás, haciendo volver en sí los entumecidos pies, muchos os preguntaréis ¿mereció la pena pasar ese frío? Mi respuesta, sin dudar un segundo, es «Sí, mereció la pena».

De vuestro comunitario presidente Alonso.

  • Fotos de la ruta MTB por nieve: