Muy buenas queridos comunitarios, seguidores de la Comunidad, lectores habituales y esporádicos, amantes del medio ambiente, de los animales y de las personas, ilusionados por la vida, a todos os dedico estas palabras que escribo siempre con mucho cariño. Llegó la mañana del domingo, día 15 de octubre y con ella llegó una nueva ruta de ciclismo de montaña. Hoy un tanto especial, por dos motivos, por un lado la sorpresa de salir dado que no lo teníamos previsto, por el otro la compañía inestimable de los comunitarios Javier Espinosa, Alino pies anchos, María y Patricia Carmona, con los que siempre es un lujo rodar y compartir experiencias.

Anunciamos esta ruta en el foro de la web comunitaria, con muy poca antelación, en concreto  con 21 minutos, dado que era una «ruta sorpresa». El comunitario Alino pies anchos, que llevaba un tiempo sin salir, propuso dar una vuelta de no más de 4 horas y aceptamos gustosos y encantados. Desayunamos deprisa, nos vestimos, preparamos las bicicletas y ¡A rodar! Había que aprovechar la estupenda y soleada mañana que se nos presentaba fuera de las paredes y techos de nuestras casas.

Justo cuando íbamos a ponernos en marcha vimos un comunitario a lo lejos, era el comunitario Javier Espinosa, que nos vio y decidió acompañarnos también. Una grata sorpresa y, como suele decir él:

Cómo une la Comunidad.

Salimos hacia la Vía Verde del Noroeste, charlando y poniéndonos al día de los pormenores personales, nacionales e internacionales. Siempre sin perder la cadencia,  pedaleando y sumando kilómetros a nuestras experimentadas piernas. Acumulando parte del polvo de esta vía en la bicicleta y en las espinillas. Cuando transcurren varios meses sin llover en nuestra zona (cosa habitual por desgracia), se seca todo y el firme queda con una fina capa de arena, de granos diminutos, que se pega en las cubiertas y se levanta para ir a parar a las las zapatillas, las espinillas y a la bicicleta. Causante de la erosión y desgaste de la cadena, de la corona de piñones, de los platos, de varios ruidos en pedales y eje pedalier y de alguna cosa más. Pero estamos acostumbrados a ello y lo sobrellevamos bastante bien.

Con las espinillas y las bicicletas blancas llegamos a la sierra de Albudeite, de la Muela de Albudeite. Tras algo más de 25 km pedaleando en llano era ahora el momento de subir. Un ascenso corto, que conocemos bien, pero con unas duras rampas de fuerte pendiente, por carretera. Sudamos la gota gorda, unos más que otros, como de costumbre en la Comunidad. Los más rápidos esperaron y animaron a los más lentos.

Una vez coronado el primer puerto de la mañana paramos unos minutos a comer algo (jareras, dátiles, manzanas, plátanos y almendras). El comunitario Javier Espinosa nos anunció que se volvía dado que se le estaba haciendo muy tarde, el resto continuaríamos sin un rumbo preestablecido, de momento hacia la otra muela, la Muela del Mayés.

Dejamos a la comunitaria Patricia Carmona de guía y nos acabó echando por una zona de dudosa ciclabilidad, donde el camino no era camino y la senda no existía. Pero no hay mal que por bien no venga, encontramos un camino de descenso de la sierra de la Muela del Mayés nuevo para nosotros, perfectamente ciclable y más divertido que el que solemos coger.

Descendimos tranquilamente hacia una casa abandonada, donde vimos una impresionante y majestuosa araña tigre, en su tela, que grabamos y fotografiamos. Continuamos la ruta hacia el barco de los príncipes. Sin tener muy claro aún si subir a la Muela del Mayés o tomar camino de regreso. Acordándome de la condición del comunitario @alino Pies Anchos de «4 horas de ruta máximo» le pregunté al interesado si quería continuar o no. Señaló una senda que se veía al fondo en la montaña y dijo «y ¿por qué no subimos por allí?». Ni mil palabras más, todos dijimos «por supuesto».

Y continuamos la ruta, ahora hacia lo desconocido, pero tuvimos que parar al ver que no venía el comunitario Alino Pies Anchos. Miramos atrás  y estaba tirado en la carretera, nos acercamos y portaba una piedra en una mano y un puñado de almendras en la otra, había parado a coger unas almendras y las estaba partiendo en la carretera.

Todos tuvimos la misma sensación que el comunitario Alino Pies Anchos, ahora nos adentraríamos en el mundo de las rutas de exploración e investigación, lo que quiere decir, y bien que lo sabemos, que todo se convierte en incierto, que no sabremos la duración de la ruta, si llevábamos suficiente agua  y comida y un sin fin de incógnitas más.

Sin dudarlo todos nos pusimos a comer almendras, estaban algo pasadas, dado que eran las que quedaban en el árbol tras la recolecta de hace semanas, pero estaban ricas. Comimos almendras recién partidas y nos echamos alguna en el bolsillo, estudiamos la cantidad de agua que llevábamos y, sin más dilación, emprendimos camino a lo desconocido.

La aventura empezó pronto, un poco de carretera, miramos la senda que queríamos subir y nos fuimos orientando a la vieja usanza, por sensaciones y por sentido común, usando la cabeza sobre los hombros, sin nuevas tecnologías.

Cogimos un camino que iba hacia una granja de cerdos, de subida, perdíamos un poco la orientación, la senda a abordar la tapaba un pequeño cerro a la izquierda. El camino se bifurcaba, hacia un lado para ir a la granja de cerdos, hacia el otro en dirección a la senda. Seguimos rodando, pero poco a poco el camino se veía menos transitado, hasta llegar a su final en las faldas de la montaña: habíamos llegado a un callejón sin salida ¡Media vuelta!

Observamos y analizamos las posibilidades, vimos un camino con un coche al fondo, unos bancales de almendros y un poco de monte nos separaban de él. Optamos por cruzar andando la zona, para asegurarnos el poder coger el camino. Descendimos unos metros de monte virgen, sin senda, donde nos echamos las bicis al hombre y donde rodé entre algunos matorrales, hasta que noté que el cambió de la bicicleta no me iba, miré y vi un enorme palo clavado entre la corona de piñones, la cadena y el desviador trasaro. Paré a quitarlo y, a partir de aquí, la bicicleta no me cambiaba bien, tal vez torcí la patilla de sujeción.

Con un poco de miedo por si nos llamaban la atención andamos empujando las bicis por el margen del bancal, intentando no tocar lo labrado por los tractores. Aún así nos llenamos las zapatillas de tierra y nos arañamos un poco las piernas, algo típico y habitual en las rutas de exploración.

Llegamos al camino y volvimos a montarnos en las bicicletas, saludamos a un señor que estaba por la zona y continuamos nuestra ascensión por camino. El lugar me sonaba un poco, me recordaba a la Premortal 3.0 Segunda parte, a la zona de la Senda del Santo. A los pocos metros lo vi sobre el poste, el santo donde la comunitaria Patricia Carmona intentó boicotear la ruta en su día. Llegamos al inicio de la Senda del Santo, en la Sierra de la Muela del Mayés, paramos a fotografiar e inspeccionar esta curiosa imagen, de una virgen pisando una serpiente con una manzana en la boca.

Decidimos, o el comunitario Alino Pies anchos decidió, subir esta senda, le advertí de que tenía tramos no ciclables de ascenso, pero eso no le importó. Cambiamos la senda desconocida por la Senda del Santo. Ascendimos la mayor parte andando, empujando las bicicletas, afortunadamente es una senda corta de un kilómetro más o menos.

Llegamos arriba y optamos por seguir investigando, sin comida y con el agua justa, tomamos un camino desconocido para nosotros, que subía y desde el que esperábamos encontrar el inicio de la senda desconocida.

Hicimos un ascenso inesperado, creíamos que estábamos en lo más alto de la sierra, pero no era así, nos tocó subir unos kilómetros por camino hasta coronar y empezar a llanear. La zona estaba muy bien, se veía poco transitada. Llegamos a uno de los extremos de la montaña, que acababa en un precipicio, un cortado de piedra con vistas espectaculares. Desde este lugar se veía perfectamente  el castillo de Alcalá, el de Mula, las antenas de los Almeces de Ricote, Sierra Espuña, y Carrascoy, ¡unas vistas magníficas!

Por supuesto nos detuvimos un buen rato a descansar, a admirar el paisaje y a echarnos unas fotos. Cuando nos cansamos de descansar retrocedimos por donde habíamos venido, no había otra opción.

Recorremos algún camino más de la zona, en busca de la senda desconocida, pero dábamos con callejones sin salida, con puestos de caza y nos tocaba volver sobre nuestros pasos. Así anduvimos una hora hasta cansarnos y dar por perdida la senda desconocida, la dejamos, muy a nuestro pesar, para otra ruta de investigación.

Tomamos camino de regreso con nuestras bicicletas de montaña, con algo de miedo por llevar el agua justa y nada de comida. Descendimos la sierra de la Muela del Mayés y emprendimos la vuelta por el camino más rápido.

El comunitario Alino Pies Anchos iba algo picado por el pollo, estaba un tiempo inactivo y la ruta se nos fue un de las manos. Pero le recordé que fue idea suya explorar, no tuvo más remedio que aceptarlo y no quejarse demasiado.

Llegamos a la sede de la Comunidad con 5 horas de ruta y 60 km, sólo nos habíamos pasado en una hora del horario previsto por la organización. Una ruta genial, con la mejor de las compañías, haciendo un poco de todo, disfrutando al máximo de la naturaleza, levantando la cabeza y dejando de lado los estravas y similares, como nos gusta en la Comunidad.

De vuestro comunitario presidente Alonso.

  • Fotos de la ruta MTB: