Hola estimados comunitarios, tras muchos meses de espera por fin llegaron las benditas lluvias a Murcia. Habíamos olvidado lo que era el barro y el agua por los caminos. Polvo, sequedad, calor y frío, eso es todo lo que nos encontramos por los montes, hasta hoy.

Tres días de lluvias casi continuas, algo nuevo para nosotros. Y, lo mejor, lluvias no torrenciales, de la que cae poco a poco y va penetrando en la tierra en lugar de arrastrarla. Lluvia bendita, como aquí la llamamos, muy necesaria y bienvenida para los animales, las plantas, los árboles y los propios humanos. Pura vida, en unos días de sol los montes quedarán verdes, agradecidos del agua recibida.

En la mañana del domingo día 21 de abril de 2019, al levantarnos y ver que no llovía, decidimos hacer una ruta de ciclismo de montaña, que anunciamos con unos minutos de antelación por el foro de la web comunitaria, imposible antes, llovía.

Comunitario Alonso cruzando charco de agua y barro por Comunidad Biker MTB

Salimos de corto abajo, no hacía frío. El cielo encapotado pero sin lluvia. Las bicis limpias y engrasadas de la última ruta por El Yelmo y Segura de la Sierra en Jaén. Nos atrevimos a salir a pedalear los comunitarios Alonsojpd, Paquito206 y Patricia Carmona.

Durante el primer kilómetro y medio todo bien, unas pequeñas gotas de agua y un pelín de frío, pero todo soportable. En un principio mi idea era ir hacia la Vía Verde y los montes de la Ribera, por camino, para ver qué tal estaba el terreno, pero el comunitario Paquito206, amante del Coto Cuadros, propuso ir allí.

Había unos kilómetros de carretera hasta llegar al inicio de las sendas, así que les propuse ir por la Vía Verde del Suroeste, dirección el Altorreal, para coger menos carretera. Y allá que nos metimos, por ese camino que, además, tenía un rastro de haber pasado bicis, al menos una.

Pero en los primeros metros de camino pudimos notar que algo no iba bien. Recorrimos 20 metros del camino y las ruedas quedaron cubiertas de un barro pringoso y pegajoso, una trampa para ciclistas auténtica y natural. Anduvimos 10 metros más y no había forma de pedalear. Los desviadores, la cadena, los platos, las ruedas, la horquilla, la vaina, todo quedó cubierto por este barro impidiendo el pedaleo.

Paramos obligatoriamente a intentar quitar el barro. Enseguida se pegó también en las zapatillas y las bicis pesaban más de 30kg. Optamos por salir al camino arrastrándolas o llevándolas en peso para que no cogieran más barro. Esos 40 metros de regreso nos costaron un buen rato, apenas podíamos andar llevando el peso corporal más los 30kg de bici y barro.

Una vez en la carretera nos dispusimos a limpiar lo más gordo con palos. Buscábamos la manera de poder pedalear. Llevábamos un kilómetro y medio de ruta, las bicis hasta los topes de barro pegajoso, caían gotas de agua, pero aún así volvernos no entraba en nuestros planes.

Pacientemente fuimos limpiando el barro que atascaba las ruedas e impedía a los desviadores hacer su trabajo. Mientras tanto llegó un amigo comunitario al que no le iba el pedaleo. Nos dijo que fue él quien hizo la señal que había en la misma zona donde nos metimos nosotros, la trampa para ciclistas. Le ayudamos a arreglar su cruda realidad, llevaba la roldana completamente atascada con piedrecillas del barro y no podía pedalear. Lo arregló echándole agua del bidón a presión.

Nosotros seguimos limpiando las bicis, riendo por el barrizal y el lío que habíamos formado en un kilómetro de ruta. Los comunitarios me echaban a mí la culpa, como si hubiese puesto la trampa para ciclistas o el barro pegajoso. Pero así es la vida de los que deciden por dónde ir en una ruta, cuando aciertan nadie se acuerda de decirles «Gracias, buen tramo, evitamos la carretera…». Solo se acuerdan de echarles la bronca cuando algo va mal. Los guías de rutas tenemos esto bien asumido, así que no me quedó más remedio que callar y decirles que en unos minutos el barro iría cayendo y ya no se acordarían de este bonito momento.

Y así fue, poco a poco las bicis empezaba a andar y fuimos buscando charcos para que se limpiara el barro. Nos metimos por la Rambla de las Monjas. Una vez que te manchas importa poco mancharse más, incluso empieza a ser muy divertido.

Al principio estaba bien, al tener arena. A mitad nos encontramos con algún tramo con barro, incluso con algún árbol caído que no pudo soportar el terreno blando de estos días y un poco de viento que ha ido haciendo. Cruzamos hacia el Coto Cuadros, subiendo por Senda Rápida y rodando por el camino que lo bordea.

Las bicis pesaban un poco más de lo normal, entre el barro que les quedaba y que el terreno está más blando, por lo que se va clavando la rueda un par de centímetros, lo justo para que parezca que vamos subiendo en llano. Nos encontramos con un charco, fui yo quién abrió la veda, cosa rara, lo normal hubiera sido que el comunitario @paquito206, amante de los charcos, lo hubiera pasado a toda velocidad o a baja velocidad para disfrutarlo. Pero no, pasó esquivándolo. Afortunadamente se animó en cuanto me vio pasar a mí, recordó sus días de charcos con la Megamo Natural del año 1960.

Pasamos varias veces, calándonos y llenándonos de barro ¡qué maravilla! Esto fue lo que abrió la veda y animó al comunitario Paquito206 a llevarnos hacia la Rambla del Agua, la que más charcos y agua tendría del Coto Cuadros, de ahí su nombre.

Llegamos a esta rambla y nos adentramos en ella. No tardamos mucho en encontrarnos con bastante agua en zonas que suelen estar secas y polvorientas. Como ya veníamos mojados no nos importó seguir mojándonos, al contrario, empezamos divertirnos de verdad. Solo nos quedaba mojarnos las zapatillas y los pies, que suele dar más pereza, pero eso pronto lo solucionamos con un charco profundo, en el que quedó la mitad de la bici bajo el agua ¡qué bonita sensación de frescor!.

Fuimos recorriendo la rambla, grabando los charcos más grandes. La comunitaria @patricia trató de evitar mojarse los piececillos, decía que no quería participar de nuestra aventura sobre ruedas. Pero acabó mojándoselos también.

La diversión empezaba a llegar a su fin, una lástima, la senda se acababa y había que salir al camino. Disfrutamos de las últimas zonas con agua y empezamos a subir para ir hacia el Nacimiento. Una vez allí comprobamos si había cangrejos o camarones o como se llamen esos animalillos que parecen una gamba. El agua se había llevado parte de las charcas del Nacimiento. Nos echamos las fotos habituales y continuamos la ruta por camino, hacia el Embalse de Santomera.

Las bicis quedaron limpias con los charcos, no parecían las mismas que hace una o dos horas estaban llenas de barro hasta las trancas. Como se suele decir «La naturaleza provee». Nos proporcionó barro pegajoso para mancharlas y agua para limpiarlas.

El embalse de Santomera estaba bastante más lleno que habitualmente, se notaba que había llovido mucho. Las sendas estaban practicables, sin barro pegajoso. Terreno estupendo para el ciclismo de montaña. Llegamos hasta la presa y bajamos hacia el pie de presa para emprender el camino de regreso a casa.

Había dejado de llover hacía rato y las bicis, salvando algún leve chirrido , iban bien. Cruzamos el Coto Cuadros subiendo y bajando alguna senda más. Todo lo que habíamos bajado había que subirlo ahora, es la ley del ciclista.

Una vez arriba volvimos por el Portón de la Condesa, para no pasar por la Rambla de las Monjas, que tenía algunos tramos con barro. Y bajamos por el Altorreal en busca de una gasolinera con agua a presión para limpiar las bicis.

La encontramos y, mientras yo limpiaba las bicis de Paquito206, Patricia Carmona y la mía, ellos tomaban cervezas, Coca Colas y patatas fritas. Las bicis quedaron limpísimas, ahora solo faltaba secarlas y engrasarlas.

Buscamos aire a presión sin suerte, no había. Empezaba a llover de nuevo por lo que salimos raudos del Altorreal hacia Molina de Segura. Una vez acabada la estupenda aventura sobre ruedas con agua y barro procedimos a secar bien las partes más delicadas: cadena y barras de la horquilla y a engrasar con cera, sacada de la caja de herramientas del comunitario Paquito206.

Estupenda ruta improvisada en la que nos reímos muchísimo y disfrutamos como niños con los charcos y el barro. Una pena que no se repita al menos cada tres o seis meses.

Por cierto, las bicis quedaron perfectamente, intactas, listas para la siguiente aventura, ruta o batalla.

De vuestro comunitario presidente Alonso.

  • Fotos de la ruta MTB pasada por agua y barro: